Mostrando entradas con la etiqueta Quint Buchholz. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Quint Buchholz. Mostrar todas las entradas

21 may 2015

Distracciones nocturnas

Sí, es cierto que las primaveras te necesitaban. Algunas estrellas    
requirieron que tú las contemplases. Una ola                                   
se alzó hasta ti desde el pasado, o cuando                                      
pasando por delante de una ventana abierta                                    
las notas de un violín se te entregaron. Todo eso era una orden.    
Pero, ¿pudiste cumplirla? ¿No estabas siempre                               
distraído, a la espera, como si todo te anunciara                             
una amante? (¿Dónde podrías esconderla                                       
si los grandes y extraños pensamientos entran y salen de ti            
y a menudo se quedan por la noche?)                                            

23 abr 2015

Dos clases de libros

«Pero quizá diréis que las personas vivas hablan de cosas actuales y que tienen un interés inmediato para vosotros, y por eso es por lo que deseáis oírlas. No; no puede ser así, porque las mismas personas vivas os hablarán de las cosas actuales mucho mejor en sus escritos que en sus conversaciones descuidadas. Aun admito que este motivo influya en vosotros al preferir esos escritos efímeros y rápidos a los lentos y duraderos – a los libros, propiamente dichos.

2 abr 2014

El anhelo de ser escritor

   «En gran parte un escritor escribe para ser leído (admiremos a aquellos que dicen lo contrario, pero no les creamos). Sin embargo, entre nosotros el escritor escribe cada vez más para obtener esa consagración última que consiste en no ser leído. Desde el momento en que efectivamente puede constituir el tema de un artículo pintoresco de nuestra prensa de gran tirada, goza de todas las posibilidades de ser conocido por muchísimas personas que nunca lo leerán porque se contentarán con conocer su nombre y leer lo que se escriba sobre él. En adelante será conocido (y olvidado) no por lo que él es sino de acuerdo con la imagen que un periodista apresurado haya dado de él.

14 dic 2013

Exilio de una soledad anhelada

   «Estaba harto de esta vigilancia ininterrumpida de los vecinos, de los compañeros, de sus niños, de su amante, de su esposa. “¿Dónde estabas? ¿Dónde vas? ¿Por qué haces esto y no lo otro? Venga, ¡respóndeme! ¿Por qué no dices nada? ¿En qué piensas? ¿En qué piensas ahora mismo? Dímelo, ¡dímelo!”
   Un día se encerró a cal y canto. Aporrearon su puerta. Calló. Le miraron por la ventana. Le miraron por la ventana. Corrió las cortinas. Taladraron un agujero en la puerta, y vio un ojo que lo observaba.
   Al día siguiente, a las cinco de la mañana, se puso un sombrero, cogió algunos libros y un paraguas. Después de caminar treinta y tres horas, se instaló en un paisaje vacío y amplio, donde no había nadie.

3 oct 2013

Bajo este cielo desleído

   «No sé que suerte de inclemencia está cayendo a plomo sobre el paisaje. La carretera, con trazas y mañas de río, simula apacibles aguas cristalinas y se aleja bajo la llovizna. El esplendor de la hierba todavía no es más que una promesa bajo el cielo de mármol uniforme, sin mácula, sin una grieta de luz. Más allá de semejante atmósfera atribulada se esconden auroras radiantes y rosadas nubes de algodón.

3 abr 2013

Amigo y enemigo


  «Recuerdo los primeros libros, pocos, que compré cuando era estudiante. Los coloqué en una pequeña repisa y todos los días me acercaba a mirarlos con ilusión. Me sentía orgulloso de poseer mis propios libros. Paulatinamente la repisa se fue llenando de volúmenes y tuve que comprar un pequeño mueble librería. Pronto fueron dos, después tres, finalmente diez. A pesar de ello, ideé un sistema que me permitía encontrar cualquier libro con los ojos cerrados. Más tarde me vi obligado a deshacerme de los muebles librería y a instalar un montón de estanterías que ocupaban tres de las cuatro paredes de mi estudio. Tuve que cambiar el sistema, y desde entonces pierdo a menudo horas enteras buscando un libro que sé con certeza que poseo. O está mal colocado, o (y esto es lo más frecuente) alguien me lo ha robado.

29 nov 2012

Antes y después de encontrarte


   «Acababa noviembre cuando te encontré. El cielo estaba azul y los árboles muy verdes. Yo había dormitado largamente, cansada de esperarte, creyendo que no llegarías jamás. Decía a todos: mirad mi pecho, ¿veis?, mi corazón está lívido, muerto, rígido. Y hoy, digo: mirad mi pecho: mi corazón está rojo, jugoso, maravillado».


(STORNI, Alfonsina. Poemas de amor. 3ª ed. Madrid: Hiperión, 2003, p. 19). 

27 ago 2012

El latido de la tierra


   «Estaba en casa, escribiendo mi libro. En páginas: un poco más de la mitad, momento en que me empieza a gustar, a gustar de veras, lo que estoy escribiendo... aunque eso no significa que el libro sea a partir de ahí más fácil de escribir. Me sentía agarrotada. Tenía sueño. La heroína de mi novela acababa de tener una rabieta y me había dejado exhausta. Quería acostarme, pero no en la cama, que está en otra habitación, ni tampoco en el sofá. No quería abandonar mi libro. Sólo quiero dormir unos momentos. Escribir es volar. Y mi equilibrio interior exige ahora que me acueste. Felizmente agotada, necesito el libro para que me mantenga pegada al suelo. Bajo la nítida luna y el aire plateado, sobre la hierba recién cortada, debajo del libro (a un poco más de la mitad); por tanto, fuera del alcance del teléfono y del fax,  y lejos de otros libros, de los múltiples libros que admiro de otros autores, que te protegen del monstruo televisivo que devora tu cerebro...

21 jul 2012

Camino sin retorno


«El cielo es protector, ostenta fielmente esa misión que, desde el despertar de los tiempos, Dios le concedió... ¿Por qué tendríamos que dudar de que él nos desampararía? Sin embargo, siendo seres mortales, tememos tal desventura y nos apegamos a la Tierra. Entre ambos mundos, ahí, en esa frontera inquebrantable, soñamos y padecemos, amamos y morimos. Y en este tirar y aflojar del latir del corazón, él, el corazón, arropado por el miedo a la pérdida, empuja hacia abajo, hacia los ínferos, donde la luz logra apaciguarle tal sufrimiento. ¿No será que la Tierra fue creada redonda para no poder vislumbrar el final del camino?...».


J. Valdštejn

20 jun 2012

El infame o redentor barquero


   «No mira hacia atrás el infame o redentor barquero porque conoce muy bien lo que queda a su espalda, de ello huye o de ello viene o allí ha robado su cargamento de libros, no se sabe si va a hundirlos en el lugar más profundo de la laguna, allí donde las inaudibles voces de los ahogados y de algún descreído duende cuentan otras historias que jamás serán impresas ni tendrán volumen.

10 may 2012

Primer pregón


   «Eran tres pregones.
  
   Uno cuando llegaba la primavera, alta ya la tarde, abiertos los balcones, hacia los cuales la brisa traía un aroma áspero, duro y agudo, que casi cosquilleaba la nariz. Pasaban gentes: mujeres vestidas de telas ligeras y claras; hombres, unos con traje de negra alpaca o hilo amarillento, y otros con chaqueta de dril desteñido y al brazo el canastillo, ya vacío, del almuerzo, de vuelta del trabajo.

1 abr 2012

¡Bienvenido Abril!


«Las generaciones de lectores gastan y ennoblecen los libros igual que el tiempo las estatuas: y hay, en correspondencia, algunos libros que modifican las miradas de los hombres y los hacen más lúcidos y más libres».
                               
Antonio Muñoz Molina   
            

30 ene 2012

¿Qué quería el Viento de ti?

   «Un viento helado y agudo me ha envuelto hace un momento para robarme algo. ¿Sabe, acaso, que estoy saturada de amor, e intenta él, olvido eterno, cargarse de mi constancia y entibiarse con mi ternura? Pero, yo le he dicho: ¿no te basta con todo lo que arrastras, vagabundo? Todo mi amor es poco para mí; no te doy nada».


(STORNI, Alfonsina. Poemas de amor. 3ª ed. Madrid: Hiperión, 2003, p. 50). 

14 dic 2011

Adoraba las peras y las apuestas

«Habiendo leído en los periódicos todo aquello, el famoso Sidney Hall, detective americano, se hundió en sus pensamientos y tomó la decisión de intentar él mismo ver sí conseguía atrapar al mago. Se disfrazó, pues, de millonario, se metió un revólver en el bolsillo y marchó a Europa.
   Cuando llegó aquí, se presentó de inmediato al jefe superior de policía. Éste le expuso todos los aspectos del asunto, cómo habían perseguido al mago y terminó con estas palabras:
   – En consecuencia, ahora es del todo imposible llevar a ese malvado ante la justicia.
Sidney Hall sonrió:
   – Antes de cuarenta días se lo traeré detenido.
   – Imposible –exclamó el jefe superior de policía.
   – Apostemos una cesta de peras –respondió Sidney Hall. Y es que Sidney Hall adoraba las peras e igualmente adoraba las apuestas».


(ČAPEK, Karel. Nueve cuentos y uno de propina de Josef Čapek. Madrid: Siruela, 2003, p. 35).