«Jueves, 1 de enero de 1942. Me hice con corteza de árbol un violín
precioso, pero todavía no puedo tocarlo porque por ahora sólo tiene dos cuerdas
(de goma). Por la mañana hice deberes. Por lo demás no pasa nada especial. En
realidad pasan muchas cosas, pero no se notan. Lo que resulta ahora totalmente
corriente, hubiera sido motivo de escándalo en una época normal. Los judíos,
por ejemplo, no pueden comprar fruta, gansos y aves en general, queso, cebolla,
ajo y muchas otras cosas. No les dan cartillas de racionamiento de tabaco a los
presos, a los locos y a los judíos. No pueden viajar en el vagón delantero de
los tranvías, en los autobuses y en los trolebuses, no pueden pasear por la
orilla del río, etc. etc.».
(GINZ, Petr. Diario de Praga, 1941-1942. Barcelona: Acantilado, 2006, p. 69-70).