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5 feb 2024

Alimento de sueños, demencias y desvaríos

«¿Sería ese el amor –el maravilloso desorden, la deliciosa llama– de que hablaba la gente, y el que aparecía evocado a todas horas en un tono de desencanto o de celebración en las canciones, en las novelas, en el cine, y que infectaba por igual el arte y la vida, a los pobres y a los ricos, a los analfabetos y a los sabios? Siempre le había parecido necio y cursi todo ese éxtasis retórico, pero no más que la fe en un dios o en una utopía. Y sin embargo ahora dudaba, se preguntaba si sería verdad que nadie está a salvo de su amenaza (o de su redención, según se mire), si el amor viene porque sí sin pedir permiso, y que todo lo allana a su paso, y que uno no lo elige, como tampoco elige los catarros, el nombre que lleva o la súbita melancolía de un atardecer. Había una expresión. ¿cómo era?, son esos dichos que andan flotando a la deriva en la memoria, restos de algún viejo naufragio, y de los que se alimentan los sueños, las demencias, los inspirados desvaríos de los borrachos. La intrincada red amorosa, eso es. ¿Habría quedado también él atrapado en esa intrincada red?».


(LANDERO, Luis. Absolución. Barcelona: Tusquets, 2012, p. 146).

19 sept 2023

Lejanía


Lo lejano

lo más lejos que cualquier llegar,

es el adentro de todo afuera,



es un paso, un asombro.



(MUJICA, Hugo. Y siempre después del viento. Madrid: Visor, 2011, p. 37).

20 may 2022

De la lectura

El mundo de Sofía,
de Quint Buchholz
«Estar en todas partes es no ir a ninguna parte. Cuando se pasa la vida de un lado a otro se hacen muchos conocidos y ningún amigo. Lo mismo que en los viajes sucede en la lectura; se lee de prisa y corriendo cuando todo se lee sin detenerse en ningún autor. Alimento que se recibe con tal precipitación, ni nutre ni aprovecha. Nada más contrario a una buena curación que el cambiar a menudo de remedios. Una herida no se cicatriza cuando se le aplican de continio distintos aparatos. El árbol que se trasplanta a menudo no adquiere vigor. Nada es tan saludable que pueda serlo de cualquier modo. Leer demasiados libros distrae, pero no enseña. Y ya que no pueden leerse todos, mejor es contentarse con leer algunos».


(SÉNECA, Lucio Anneo. Tratados filosóficos; Cartas. 8ª ed. México: Porrúa, 2003, p. 194).

6 abr 2022

Pasión irresistible

«Me ocurre a menudo que hablo u obro con demasiada precipitación, cuando lo mejor sería esperar pacientemente. […] Siendo así, ¿qué debo hacer? ¿Considerarme un hombre peligroso e incapaz de cualquier cosa? No lo creo. Pero debo procurar por cualquier medio sacar de estas pasiones un buen partido. Por ejemplo, para mencionar una entre otras, yo siento una pasión irresistible por los libros; necesito instruirme continuamente, estudiar si quieres, del mismo modo que necesito alimentarme. Tú puedes comprender esto.

3 dic 2021

Cielo otoñal


También la nube que flota

en el cielo de otoño

se acaba quedando a solas.




(SANTÔKA, Taneda. Saborear el agua: 100 haikus de un monje zen. Madrid: Hiperión, 2004, p. 87).

18 abr 2021

Mendel, el de los libros

«De modo que fuimos los dos al café Gluck, y, mira por dónde, allí estaba sentado Mendel el de los libros, con las gafas puestas, la barba desaliñada, vestido de negro. Leyendo, se balanceaba como un oscuro matorral al viento. Nos acercamos, pero él no se dio cuenta. Se limitaba a estar allí sentado, leyendo y balanceando el torso como si fuera una pagoda, hacia delante y hacia atrás, por encima de la mesa. Tras él, de un gancho, colgaba su negro y raído paletó, asimismo atiborrado de revistas y apuntes. Para anunciarnos, mi amigo tosió con fuerza. Pero Mendel, las gruesas gafas aplastadas contra el libro, seguía sin percatarse de nuestra presencia. Por fin mi amigo dio sobre la superficie de la mesa un golpe tan fuerte y enérgico como cuando llama uno a una puerta... Entonces Mendel levantó la vista y, con un movimiento mecánico y rápido, se subió hasta la frente las toscas gafas de montura de acero. Bajo las erizadas cejas de un gris ceniza, dos extraños ojos se clavaron en nosotros, unos ojos pequeños, negros, despiertos, de mirada ágil, aguda y temblequeante como la lengua de una serpiente. Mi amigo me presentó, y yo expuse mi demanda, para lo cual –la argucia me la había recomendado expresamente mi amigo– empecé por quejarme, en apariencia furioso, del bibliotecario que no me había querido dar información alguna.

29 nov 2020

Tarareando Nazim

Tengo ruidos en la nuca, doctor.
Siento el cráneo apretar y crujir,
sobre todo si hay penas. No sé...
Hace ya siete años, doctor,
que en vez de pensamiento tengo ruido
y una pasta muy triste en la cabeza.

Yo haré lo que me diga; yo tendré
paciencia y confianza. Puede ser.
Yo tomaré las medicinas
para poder pensar en mis amigos.

10 jun 2019

Tu deseo


«No olvides nunca formular tu deseo, Malte. Deseos, no se debe renunciar a desear. Creo que no se realizan, pero hay deseos a largo plazo, que duran toda la vida, de manera que no podría esperarse su cumplimiento».


(RILKE, Rainer Maria. Los cuadernos de Malte Laurids Brigge. Buenos Aires: Corregidor, 1977, p. 87).

12 dic 2018

Presencias

Cuando yo caigo sobre una silla
y mi cabeza roza la muerte;
cuando cojo con mis manos la tiniebla
de las cazuelas, o cuando contemplo
los documentos representativos
de la tristeza, es
la amistad quien me sostiene.

(GAMONEDA, Antonio. Blues castellano. Barcelona: Plaza & Janés, 1999, p. 62).

3 mar 2018

El reportaje

«Una revista que pagaba muy bien me encargó escribir sobre un cuarto de baño, así que me metí en el de unos amigos que se iban quince días de vacaciones, y les pedí que cerraran por fuera hasta su regreso. Aunque llevaba un excelente equipo de supervivencia, fue uno de los retos más duros de mi vida profesional. Pero resultó apasionante ver qué clase de registros emocionales se ponen en marcha, en una situación límite, frente a dentífricos con sabor a menta, cuchillas de afeitar roñosas o compresas con alas.
   Lo conté todo en ese reportaje, incluso lo de las hormigas que a última hora de la tarde transportaban enseres diminutos desde una rendija de la base del bidet a un agujero situado en la parte de atrás del retrete. Algunos lectores me reprocharon que me las hubiera comido, sin comprender que lo hice en un intento por entablar con ellas algún tipo de trato cuando ya habían fallado todos los demás sistemas de comunicación. Una soledad alicatada hasta el techo es durísima.

4 ene 2018

Esa máquina de ilusión

«Deslumbrada por tantas y tan maravillosas invenciones, la gente de Macondo no sabía por dónde empezar a asombrarse. Se trasnochaban contemplando las pálidas bombillas eléctricas alimentadas por la planta que llevó Aureliano Triste en el segundo viaje del tren, y a cuyo obsesionante tumtun costó tiempo y trabajo acostumbrarse. Se indignaron con las imágenes vivas que el próspero comerciante don Bruno Crespi proyectaba en el teatro con taquillas de bocas de león, porque un personaje muerto y sepultado en una película, y por cuya desgracia se derramaron lágrimas de aflicción, reapareció vivo y convertido en árabe en la película siguiente. El público que pagaba dos centavos para compartir las vicisitudes de los personajes, no pudo soportar aquella burla inaudita y rompió la silletería.

18 ago 2017

Metodología de una autobiografía

«Hay cosas que uno debe apresurarse a contar antes de que nadie le pregunte.
   Cuando, después de mucho torturar el párrafo, Luys Forest lo dio finalmente por bueno, advirtió que no llevaba agenda ni bolígrafo. Prosiguió su paseo por la playa cojeando levemente, golpeando conchas con el bastón, tras el perro ansioso que husmeaba corrupciones. En la concavidad vertiginosa de las olas que avanzaban hasta desplomarse, giraban algas muertas y el último reflejo del poniente.

30 jun 2017

El color del canto





La hora es transparente:
vemos, si es invisible el pájaro,
el color de su canto.


(PAZ, Octavio. Delta de cinco brazos. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 1998, p. 39).

5 may 2017

Mudanza

«La mayor parte del mobiliario, las piezas más pesadas, ya las habían subido los mozos. Ahora sólo se llevaban cosas pequeñas hacia arriba. Me quedé de pie en la puerta para poder admirarlo todo. Tus cosas eran muy especiales, tanto que nunca antes había visto nada igual: había fetiches indios, esculturas italianas, grandes y deslumbrantes cuadros. Finalmente vinieron los libros, tantos y tan bonitos que nunca hubiera imaginado que pudieran existir. Los iban apilando en la puerta, los cogía el mayordomo, uno por uno, y les quitaba el polvo con cuidado. Me acerqué sigilosamente para contemplar cómo iba creciendo la pila. Tu criado no me echó, pero tampoco me animó a quedarme allí. No me atreví a tocar nada, aunque me hubiese gustado acariciar el suave cuero de algunas cubiertas. Miré alguno de los títulos tímidamente: algunos eran ingleses o franceses, y otros en idiomas que no entendía.

8 mar 2017

La lectura: cómplice para avanzar en la vida

«De acuerdo con la convocatoria, unos veinte aspirantes acudimos a las ocho de la mañana para el concurso de ingreso. Por fortuna no era un examen escrito, sino que había tres maestros que nos llamaban en el orden en que nos habíamos inscrito la semana anterior, y hacían un examen sumario de acuerdo con nuestros certificados de estudios anteriores. Yo era el único que no los tenía, por falta de tiempo para pedirlos al Montessori y a la escuela primaria de Aracataca, y mi madre pensaba que no sería admitido sin papeles. Pero decidí hacerme el loco. Uno de los maestros me sacó de la fila cuando le confesé que no los tenía, pero otro se hizo cargo de mi suerte y me llevó a su oficina para examinarme sin requisito previo. Me preguntó qué cantidad era una gruesa, cuántos años eran un lustro y un milenio, me hizo repetir las capitales de los departamentos, los principales ríos nacionales y los países limítrofes. Todo me pareció de rutina hasta que me preguntó qué libros había leído. Le llamó la atención que citara tantos y tan variados a mi edad, y que hubiera leído Las mil y una noches, en una edición para adultos en la que no se habían suprimido algunos de los episodios escabrosos que escandalizaban al padre Angarita.

26 mar 2016

La octava maravilla

   «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de unas veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orillas de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imán.

23 feb 2016

La vida es sueño

 
«Nuestra vida nocturna es un océano porque flotamos en ella. Durante el sueño no vivimos nunca inmóviles sobre la tierra. Caemos de un sueño a otro más profundo, o bien hay en nosotros un poco de alma que quiere despertarse: entonces nos levanta. Subimos o bajamos sin cesar. Dormir es descender y ascender como un ludión sensible en las aguas de la noche. En nosotros la noche y el día tienen un devenir vertical. Son atmósferas de densidades desiguales, donde sube y baja el soñador siguiendo el peso de sus pecados o la ingravidez de su beatitud».


(BACHELARD, Gaston. El agua y los sueños. 1ª ed., 7ª reimp. México: Fondo de Cultura Económica, 1997, p. 75).

3 ene 2016

En la luz a plomo

Si las manos pudiesen (las tuyas,
las mías) rasgar la niebla,
entrar en la luz a plomo.
Si la voz llegara. No una cualquiera:
la tuya, y en la mañana volara.
Y de júbilo cantase.
Con tus manos, y las mías,
pudiera entrar en el azul, cualquier
azul: el del mar,
el del cielo, el de la vulgar canción
del agua corriente. Y con ellas ascendiera.
(El ave, las manos, la voz).
Y fueran llama. Casi.


(ANDRADE, Eugénio de. Los surcos de la sed. Madrid: Calambur, 2001, p. 91).

7 oct 2015

El escritor indeciso

«Había una vez un escritor indeciso. Cuando escribía, lamentaba no poder leer y, cuando leía, lamentaba no poder escribir.
   Un día recibió una carta que decía: “Me he enterado de su problema por una entrevista. Siga el recorrido indicado en esta hoja y lo resolverá”. Firmado: un amigo.
  El escritor siguió las indicaciones y se encontró en una llanura, donde yacían muchas hojas de papel esparcidas por el suelo en orden geométrico, que terminaban ante la puerta cerrada de una pared de madera. Sobre la hierba distinguió una vela encendida, un zapato de mujer y un reloj de arena.
   El escritor pensó: “En lo que me resta de vida, el amor me ayudará a entender el sentido del tiempo”.
   Levantó la primera hoja, pero estaba en blanco. También la segunda estaba en blanco. Todas estaban en blanco. Se dirigió a la puerta y la abrió, pero al otro lado no había nada, sólo la llanura interminable.

8 sept 2015

Peregrino

¿Volver? Vuelva el que tenga,
Tras largos años, tras un largo viaje,
Cansancio del camino y la codicia
De su tierra, su casa, sus amigos,
Del amor que al regreso fiel le espere.

Mas ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,
Sino seguir libre adelante,
Disponible por siempre, mozo o viejo,
Sin hijo que te busque, como a Ulises,
Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.

Sigue, sigue adelante y no regreses,
Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Tus ojos frente a los antes nunca visto.

           
(CERNUDA, Luis. Música cautiva: (antología poética). Sevilla: Ayuntamiento : Diputación : Fundación El Monte, 2002, p. 221-222).