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13 may 2016

El Ángel Asael

El ángel caído,
en el Parque de El Retiro (Madrid)

«En las noches de luna nueva un “maggid”, o ángel instructor, descendía de las órbitas celestes y penetraba en el aposento del gran rabino, a quien llamaban la Corona y la Diadema, la Llama y el Único en su tiempo. Le enviaban para revelar al gran rabino los secretos del mundo superior que ningún vivo es capaz de desvelar por sí mismo. Y los secretos son innumerables. 

El ángel no adoptó la forma humana. Nada en él asemejaba lo que acostumbran a ver los ojos humanos. Pero era de una gran belleza.

   –Los signos que usáis para formar las palabras –le aleccionó– contienen las grandes fuerzas y el poder que mantiene el curso del mundo. Debes saber que todo lo que en la tierra aparece en forma de palabra deja su huella en el mundo superior. El alef, el primero de los signos, encierra en sí la verdad. Beta, el segundo, la grandeza. A continuación viene la elevación. El cuarto signo encierra la gloria del mundo divino y en el quinto reside la fuerza del sacrificio.

11 nov 2012

La estrella de Valdštejn

Albrecht von Wallenstein
   «El viaje empezó a resultarle largo.
   Tras un cuarto de hora, Waldstein se dio cuenta con asombro de que ya no avanzaban sobre las piedras de las calles de Praga, sino por una carretera reblandecida por la lluvia, a campo traviesa. El hombre que se hallaba sentado a su lado sin pronunciar palabra abrió entonces una de las ventanas del coche. Notó la fresca brisa otoñal y percibió el olor a tierra mojada. De un bosque cercano les llegó el susurro del viento y el grito de una lechuza. Parecía que se acercaban a una aldea o a una hacienda, pues se oía el ladrido de unos perros y el mugir de las vacas. Era una aldea. Al pasar oyeron una melodía procedente de un mesón, un violín y una gaita.

16 jun 2012

De noche, bajo el puente de piedra


De noche, bajo el puente de Carlos, en Praga.
V noci, pod  Karlovým mostem, v Praze.
   «Cuando la brisa nocturna se deslizó sobre las ondas del río, la flor del romero abrazó más estrechamente la rosa roja, y el emperador dormido notó el beso de su amada sobre sus labios.
   –Llegas tarde –susurró ella–. Me acosté a esperarte. Me has dejado esperar tanto tiempo.
   –Siempre he estado aquí –le respondió él.  Estaba tumbado y contemplaba la noche a través de la ventana y veía pasar las nubes y oía el susurro de las copas de los árboles. Estaba cansado de las preocupaciones y del ruido del día, y creía que los ojos se me cerrarían, tan cansado estaba. Y finalmente llegaste tú.