«Pajom,
el dueño de la casa, estaba tumbado en lo alto de la estufa y escuchaba lo que decían
las mujeres.
Es
la pura verdad – exclamó. Ocupados desde pequeños en cultivar a nuestra madre
tierra, no tenemos tiempo de pensar siquiera en tonterías. ¡La única pena es
que disponemos de poca tierra! ¡Si tuviera toda la que quisiera, no tendría
miedo a nadie, ni siquiera del diablo!
Las
mujeres acabaron de beber el té, charlaron un rato de vestidos, recogieron la
vajilla y se fueron a la cama.
El
diablo se había sentado detrás de la estufa y lo había escuchado todo. Se había
alegrado de que la mujer del campesino hubiera inducido a su marido a alabarse:
se había jactado de que, si tuviera mucha tierra, no temería ni siquiera al
diablo.
De
acuerdo – pensó el diablo. Haremos una apuesta tú y yo: te daré mucha tierra y
gracias a ella te tendré en mi poder».
(TOLSTÓI, Lev. ¿Cuánta tierra necesita un hombre? Madrid:
NordicaLibros, 2011, p. 13).