Vista de la llanura de Auvers (1890), de Vincent van Gogh
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«El
hombre construye casas porque está vivo, pero escribe libros porque se sabe
mortal. Vive en grupo porque es gregario, pero lee porque se sabe solo. Esta
lectura es para él una compañía que no ocupa el lugar que ninguna otra compañía
podría sustituir. No le ofrece ninguna explicación definitiva sobre su destino
pero teje una apretada red de connivencias que expresan la paradójica dicha de
vivir a la vez que iluminan la absurdidad trágica de la vida. De manera que
nuestras razones para leer son tan ‘extrañas’ como nuestras razones vivir. Y
nadie tiene poderes para pedirnos cuentas sobre esa intimidad».
(PENNAC,
Daniel. Como una novela. 8ª ed.
Barcelona: Anagrama, 2001, p. 169).