«Creced y
multiplicaos, dijimos y las máquinas crecieron y se multiplicaron.
Nos habían prometido que trabajarían para nosotros. Ahora nosotros trabajamos para ellas. Multiplican el hambre las máquinas que inventamos para multiplicar la comida. Nos matan las armas que inventamos para defendernos. Nos paralizan los autos que inventamos para movernos. Nos desencuentran las ciudades que inventamos para encontrarnos. Los grandes medios, que inventamos para comunicarnos, no nos escuchan ni nos ven. Somos máquinas de nuestras máquinas. Ellas alegan inocencia. Y tienen razón».
Nos habían prometido que trabajarían para nosotros. Ahora nosotros trabajamos para ellas. Multiplican el hambre las máquinas que inventamos para multiplicar la comida. Nos matan las armas que inventamos para defendernos. Nos paralizan los autos que inventamos para movernos. Nos desencuentran las ciudades que inventamos para encontrarnos. Los grandes medios, que inventamos para comunicarnos, no nos escuchan ni nos ven. Somos máquinas de nuestras máquinas. Ellas alegan inocencia. Y tienen razón».
(GALEANO, Eduardo. Espejos: una historia casi universal. México: Siglo XXI, 2008, p. 331-332).