22 dic 2020

El lobo y el perro

El hijo del hombre  (1964), de René Magritte 
«Un lobo flaco y hambriento encontró en un camino a un perro que estaba gordo y bien cuidado.
            - Dime –le interrogó–, ¿en qué consiste que siendo yo más fuerte y más valiente que tú, no encuentro que comer y casi me muero de hambre?
- Consiste –contestó el perro– en que sirvo a un amo que me cuida mucho, me da pan sin pedírselo, me guarda los huesos y mendrugos que sobran de las comidas, y no tengo más obligación que custodiar la casa.
- Mucha felicidad es ésta –contestó el lobo envidiándole su suerte.
- Pues mira –replicó el perro–, si tú quieres puedes disfrutar del mismo destino, viniendo a servir a mi amo y defendiendo la casa de los ladrones por la noche.
- Convengo en ello –dijo el lobo–, porque más cuenta me tiene vivir bajo techado y hartarme de comida sin tener nada qué hacer, que no andar por los bosques con lluvias y nieves.Pero oye –añadió mientras iban andando–, reparo en que llevas pelado el cuello, ¿a causa de qué?
- No es nada –repuso el perro–, sólo para que no salga de casa en el día, me atan con una cadena, para que de noche esté velando, y entonces ando por donde se me antoja.
- Bien –dijo el lobo–, pero si quieres salir de casa ¿te dan licencia?
- Eso no –respondió el perro.
- Pues si no eres libre –replicó el lobo–, disfruta en hora de esos bienes que tanto ponderas, que yo no lo quiero, si para disfrutarlos he de sacrificar mi libertad».


El pobre libre es más feliz que el rico esclavo, porque la libertad es tan estimable como la vida, y vale más que todas las riquezas del mundo.


(ESOPO. Fábulas. [San Salvador?: s.n., s.a., p. 16-17).

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