Estudio para el lenguaje de las verticales (1911),
de František Kupka
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«El joven dio
las gracias: aquel lugar, para instruirse, valía tanto como la escuela de
Greenwich. Elie le enseñó todo aquello. La imprenta estaba situada en un patio
cerrado por la parte que daba a la calle; se oía el murmullo de una fuente. Vio
la sala en donde estaban las prensas manuales y el cuarto de los linotipistas,
inclinados sobre sus cajas; el almacén, lleno de montones de papel, y la sala
de ventas y embalajes, donde ponían los volúmenes, oliendo aún a tinta fresca,
antes de ser enviados a Alemania, a
Inglaterra e incluso a Francia y a Italia. En la pared habían colgado una lista
con el nombre de las obras prohibidas en aquellos distintos países, cuyo envío
hubiera dado lugar a confiscaciones y pérdidas. Las más valiosas ediciones, que
eran el orgullo de Elie, encuadernadas en vitela o en badana, tapizaban una
estrecha sala de visitas, flanqueadas por unos cuantos desgastados volúmenes de
genealogía y de historia, así como por
diccionarios y compendios donde los correctores, en caso de duda, se suponía
consultaban un nombre propio, una palabra insólita o un giro inusitado.