Mujer que juega con el viento, de Li-Shu Chen
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«A la mujer
que piensa se le secan los ovarios. Nace la mujer para producir leche y
lágrimas, no ideas; y no para vivir la vida sino para espiarla desde las
ventanas a medio cerrar. Mil veces se lo han explicado y Alfonsina Storni nunca
lo creyó. Sus versos más difundidos protestan contra el macho enjaulador.
Cuando hace
años llegó a Buenos Aires desde provincias, Alfonsina traía unos viejos zapatos
de tacones torcidos y en el vientre un hijo sin padre legal. En esta ciudad
trabajó en lo que hubiera; y robaba formularios del telégrafo para escribir
tristezas. Mientras pulía las palabras, verso a verso, noche a noche, cruzaba
los dedos y besaba las barajas que anunciaban viajes y herencias y amores.
El tiempo ha
pasado, casi un cuarto de siglo; y nada le regaló la suerte. Pero peleando a
brazo partido Alfonsina ha sido capaz de abrirse paso en el masculino mundo. Su
cara de ratona traviesa nunca falta en las fotos que congregan a los escritores
argentinos más ilustres.
Este año, en
el verano, supo que tenía cáncer. Desde entonces escribe poemas que hablan del
abrazo de la mar y de la casa que la espera allá en el fondo, en la avenida de
las madréporas».
(GALEANO, Eduardo. Mujeres. Madrid: Alianza Editorial, 1995, p. 42).