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18 abr 2021

Mendel, el de los libros

«De modo que fuimos los dos al café Gluck, y, mira por dónde, allí estaba sentado Mendel el de los libros, con las gafas puestas, la barba desaliñada, vestido de negro. Leyendo, se balanceaba como un oscuro matorral al viento. Nos acercamos, pero él no se dio cuenta. Se limitaba a estar allí sentado, leyendo y balanceando el torso como si fuera una pagoda, hacia delante y hacia atrás, por encima de la mesa. Tras él, de un gancho, colgaba su negro y raído paletó, asimismo atiborrado de revistas y apuntes. Para anunciarnos, mi amigo tosió con fuerza. Pero Mendel, las gruesas gafas aplastadas contra el libro, seguía sin percatarse de nuestra presencia. Por fin mi amigo dio sobre la superficie de la mesa un golpe tan fuerte y enérgico como cuando llama uno a una puerta... Entonces Mendel levantó la vista y, con un movimiento mecánico y rápido, se subió hasta la frente las toscas gafas de montura de acero. Bajo las erizadas cejas de un gris ceniza, dos extraños ojos se clavaron en nosotros, unos ojos pequeños, negros, despiertos, de mirada ágil, aguda y temblequeante como la lengua de una serpiente. Mi amigo me presentó, y yo expuse mi demanda, para lo cual –la argucia me la había recomendado expresamente mi amigo– empecé por quejarme, en apariencia furioso, del bibliotecario que no me había querido dar información alguna.

21 ene 2020

El recuerdo del libro


   «Le di afectuoso la mano. “Quédeselo tranquila. A nuestro viejo amigo Mendel le habría encantado que al menos una entre los miles de personas que le deben un libro aún se acuerde de él”. Después me marché y sentí vergüenza frente a aquella anciana y buena señora que, de una manera ingenua y sin embargo verdaderamente humana, había sido fiel a la memoria del difunto. Pues ella, aquella mujer sin estudios, al menos había conservado el libro para acordarse mejor de él. Yo, en cambio, me había olvidado de Mendel el de los libros durante años. Precisamente yo, que debía saber que los libros sólo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido».


(ZWEIG, Stefan. Mendel, el de los libros. Barcelona: Acantilado, 2009, p. 57).

8 nov 2019

Cada palabra tuya

Amor y Psyche  (1907),  de Edvard Munch
   «En aquellos años sólo viví para ti. Compré todos tus libros; cada vez que tu nombre aparecía en los periódicos era un día de fiesta para mí. ¿Puedes creer que me sé de memoria cada línea de tus libros de tantas veces como los he leído? Si alguien me despertara por la noche y me empezara a recitar un fragmento, aún ahora, después de trece años, podría continuarlo en sueños. Cada palabra tuya era para mí como el evangelio y el padrenuestro. Todo el mundo existía únicamente en relación a ti: buscaba los conciertos y los estrenos en los periódicos vieneses sólo pensando en cuáles te podrían haber interesado y así acompañarte desde la lejanía: ahora entra en la sala, ahora se sienta. Lo soñé mil veces por haberte visto un día en un concierto».


(ZWEIG, Stefan. Carta de una desconocida. 15ª ed. Barcelona: Acantilado, 2002, p. 27-28).

3 feb 2019

Recuerdos de una carta

Mujer sentada (1960)de Joan Miró
   «Él dejó caer la carta, las manos le temblaban. Entonces empezó a cavilar durante un buen rato. Recordaba vagamente a una niña vecina suya, a una joven mujer que había encontrado en un local nocturno, pero era un recuerdo poco preciso y desdibujado, como una piedra que tiembla en el fondo del agua que corre y cuya forma no acaba de distinguirse. Eran sombras que brotaban abundantemente, que iban y venían, pero no fue capaz de hacerse una imagen concreta. Recordaba ciertos sentimientos y, aun así, no conseguía reconstruir todo aquello. Era como si todas esas figuras hubiesen aparecido en un sueño, como si las hubiera soñado a menudo y profundamente, pero sólo como si las hubiese soñado.

22 feb 2018

El encuentro


Adan y Eva  (1909),  de Edvard Munch
«No me reconociste entonces. Y cuando dos días más tarde tu mirada me envolvió con una cierta familiaridad al volver a encontrarnos, no reconociste en mí a aquella niña que te había querido y a la que habías hecho despertar, sino sólo a la hermosa joven de dieciocho años que se había cruzado en tu camino dos días antes en ese mismo lugar. Me miraste agradablemente sorprendido, se te escapó una leve sonrisa. Volviste a pasar de largo pero retrocediste enseguida: yo temblaba, estaba exultante de alegría, rogaba que me hablases.

5 may 2017

Mudanza

«La mayor parte del mobiliario, las piezas más pesadas, ya las habían subido los mozos. Ahora sólo se llevaban cosas pequeñas hacia arriba. Me quedé de pie en la puerta para poder admirarlo todo. Tus cosas eran muy especiales, tanto que nunca antes había visto nada igual: había fetiches indios, esculturas italianas, grandes y deslumbrantes cuadros. Finalmente vinieron los libros, tantos y tan bonitos que nunca hubiera imaginado que pudieran existir. Los iban apilando en la puerta, los cogía el mayordomo, uno por uno, y les quitaba el polvo con cuidado. Me acerqué sigilosamente para contemplar cómo iba creciendo la pila. Tu criado no me echó, pero tampoco me animó a quedarme allí. No me atreví a tocar nada, aunque me hubiese gustado acariciar el suave cuero de algunas cubiertas. Miré alguno de los títulos tímidamente: algunos eran ingleses o franceses, y otros en idiomas que no entendía.

13 may 2016

El Ángel Asael

El ángel caído,
en el Parque de El Retiro (Madrid)

«En las noches de luna nueva un “maggid”, o ángel instructor, descendía de las órbitas celestes y penetraba en el aposento del gran rabino, a quien llamaban la Corona y la Diadema, la Llama y el Único en su tiempo. Le enviaban para revelar al gran rabino los secretos del mundo superior que ningún vivo es capaz de desvelar por sí mismo. Y los secretos son innumerables. 

El ángel no adoptó la forma humana. Nada en él asemejaba lo que acostumbran a ver los ojos humanos. Pero era de una gran belleza.

   –Los signos que usáis para formar las palabras –le aleccionó– contienen las grandes fuerzas y el poder que mantiene el curso del mundo. Debes saber que todo lo que en la tierra aparece en forma de palabra deja su huella en el mundo superior. El alef, el primero de los signos, encierra en sí la verdad. Beta, el segundo, la grandeza. A continuación viene la elevación. El cuarto signo encierra la gloria del mundo divino y en el quinto reside la fuerza del sacrificio.

11 nov 2012

La estrella de Valdštejn

Albrecht von Wallenstein
   «El viaje empezó a resultarle largo.
   Tras un cuarto de hora, Waldstein se dio cuenta con asombro de que ya no avanzaban sobre las piedras de las calles de Praga, sino por una carretera reblandecida por la lluvia, a campo traviesa. El hombre que se hallaba sentado a su lado sin pronunciar palabra abrió entonces una de las ventanas del coche. Notó la fresca brisa otoñal y percibió el olor a tierra mojada. De un bosque cercano les llegó el susurro del viento y el grito de una lechuza. Parecía que se acercaban a una aldea o a una hacienda, pues se oía el ladrido de unos perros y el mugir de las vacas. Era una aldea. Al pasar oyeron una melodía procedente de un mesón, un violín y una gaita.

16 jun 2012

De noche, bajo el puente de piedra


De noche, bajo el puente de Carlos, en Praga.
V noci, pod  Karlovým mostem, v Praze.
   «Cuando la brisa nocturna se deslizó sobre las ondas del río, la flor del romero abrazó más estrechamente la rosa roja, y el emperador dormido notó el beso de su amada sobre sus labios.
   –Llegas tarde –susurró ella–. Me acosté a esperarte. Me has dejado esperar tanto tiempo.
   –Siempre he estado aquí –le respondió él.  Estaba tumbado y contemplaba la noche a través de la ventana y veía pasar las nubes y oía el susurro de las copas de los árboles. Estaba cansado de las preocupaciones y del ruido del día, y creía que los ojos se me cerrarían, tan cansado estaba. Y finalmente llegaste tú.