El ángel caído (1847), de Alexander
Cabanel
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«El catecismo
me enseñó, en la infancia, a hacer el bien por conveniencia y a no hacer el mal
por miedo. Dios me ofrecía castigos y recompensas, me amenazaba con el infierno
y me prometía el cielo; y yo temía y creía. Han pasado los
años. Yo ya no temo ni creo. Y en todo caso, pienso, si merezco ser asado en la
parrilla, a eterno fuego lento, que así sea. Así me salvaré del purgatorio, que
estará lleno de horribles turistas de la clase media; y al fin y al cabo, se
hará justicia.