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10 nov 2023

El ginkgo

«Es el más antiguo de los árboles. Está en el mundo desde la época de los dinosaurios. Dicen que sus hojas evitan el asma, calman el dolor de cabeza y alivian los achaques de la vejez.

También dicen que el ginkgo es el mejor remedio para la mala memoria. Eso sí que está probado. Cuando la bomba atómica convirtió la ciudad de Hiroshima en un desierto de negrura, un viejo ginkgo cayó fulminad cerca del centro de la explosión. El árbol quedó tan calcinado como el templo budista que el árbol protegía.
Tres años después, alguien descubrió que una lucecita verde asomaba en el carbón. El tronco muerto había dado un brote. El árbol renació, abrió sus brazos, floreció.

Ese sobreviviente de la matanza sigue estando ahí.

Para que se sepa».



(GALEANO, Eduardo. Bocas del tiempo. Madrid: Siglo XXI de España, 2004, p. 99).

17 jun 2023

Pérdidas

Naturaleza viva (1943), 
de Maruja Mallo
«Perdí varias cosas en Buenos Aires. Por el apuro o la mala suerte, nadie sabe adónde fueron a parar. Salí con un poco de ropa y un puñado de papeles.
No me quejo. Con tantas personas perdidas, llorar por las cosas sería como faltarle al respeto al dolor.
Vida gitana. Las cosas me acompañan y se van. Las tengo de noche, las pierdo de día. No estoy preso de las cosas; no deciden nada.
Cuando me separé de Graciela, dejé la casa de Montevideo intacta. Allí quedaron los caracoles cubanos y las espadas chinas, los tapices de Guatemala, los discos y los libros y todo lo demás. Llevarme algo hubiera sido una estafa. Todo eso era de ella, tiempo compartido, tiempo que agradezco; y me lancé al camino, hacia lo no sabido, limpio y sin carga.

31 ene 2023

La mar

Marcos Ana, en una de sus visitas a Rafael
 Alberti en su casa de El Puerto de Santa María.

«Rafael Alberti ya llevaba casi un siglo en el mundo, pero estaba contemplando la bahía de Cádiz como si fuera la primera vez. Desde una terraza, echado al sol, perseguía el vuelo sin apuro de las gaviotas y de los veleros, la brisa azul, el ir y venir de la espuma en el agua y en el aire. Y se volvió hacia Marcos Ana, que callaba a su lado, y apretándole el brazo dijo, como si nunca lo hubiera sabido, como si recién se enterara: –Qué corta es la vida».


(GALEANO, Eduardo. Bocas del tiempo. Madrid: Siglo XXI de España, 2004, p. 77).


19 dic 2022

La ventolera

Pandora (1881), de Lawrence Alma-Tadema 
«Silba el viento dentro de mí.
Estoy desnudo. Dueño de nada, dueño de nadie, ni siquiera dueño de mis certezas, soy mi cara en el viento, a contraviento, y soy el viento que me golpea la cara».



(GALEANO, Eduardo. El libro de los abrazos. 34ª reimp. Madrid: Siglo XXI de España, 2015, p. 258).

23 sept 2022

Van Gogh

El viñedo rojo (1888), de Vincent van Gogh

«Cuatro tíos y un hermano estaban dedicados al comercio de obras de arte, pero él consiguió vender un cuadro, sólo uno, en toda su vida. Por admiración o por lástima, la hermana de un amigo le pagó cuatrocientos francos por un óleo, El viñedo rojo, pintado en Arles.

Más de un siglo después, sus obras son noticia en las páginas financieras de diarios que jamás leyó, son las pinturas más cotizadas en galerías de arte donde nunca entró, las más vistas en museos que ignoraron su existencia y las más admiradas en academias que le aconsejaron que se dedicara a otra cosa.

17 dic 2021

Teología 1


El ángel caído (1847), de Alexander Cabanel
«El catecismo me enseñó, en la infancia, a hacer el bien por conveniencia y a no hacer el mal por miedo. Dios me ofrecía castigos y recompensas, me amenazaba con el infierno y me prometía el cielo; y yo temía y creía. Han pasado los años. Yo ya no temo ni creo. Y en todo caso, pienso, si merezco ser asado en la parrilla, a eterno fuego lento, que así sea. Así me salvaré del purgatorio, que estará lleno de horribles turistas de la clase media; y al fin y al cabo, se hará justicia. 

6 oct 2021

La sal de la tierra

Éste es el color de mis sueños (1925), de Joan Miró
Éste es el color de mis sueños (1925), de Joan Miró

«En 1947, la India se convirtió en un país independiente.

Entonces cambiaron de opinion los grandes diarios hindúes, escritos en inglés, que se habían burlado de Mahatma Gandhi, personajito ridículo, cuando lanzó, en 1930, la marcha de la sal.

El Imperio británico había lanzado una muralla de troncos de cuatro mil seiscientos kilómetros de largo, entre el Himalaya y la costa de Orissa, para impedir el paso de la sal de esta tierra. La libre competencia prohibía la libertad: la India no era libre de consumir su propia sal, aunque era mejor y más barata que la sal importada desde Liverpool.

16 jul 2021

El murciélago

«El conde Drácula le dio mala fama.

Aunque Batman hizo lo posible por mejorarle la imagen, el murciélago sigue provocando más terror que gratitud.

Pero el símbolo del reino de las tinieblas no atraviesa la noche en busca de pescuezos humanos. En realidad, el murciélago nos hace el favor de combatir la malaria cazando mil mosquitos por hora y tiene la gentileza de devorar los insectos que matan las plantas.

A pesar de nuestras calumnias, este eficiente pesticida no nos enferma de cáncer ni nos cobra por sus servicios». 

 

(GALEANO, Eduardo. Bocas del tiempo. Madrid: Siglo XXI de España, 2004, p. 316).

 

27 abr 2021

La casa de las palabras


Librería Ateneo Grand Splendid (Buenos Aires, Argentina)
«A la casa de las palabras, soñó Helena Villagra, acudían los poetas. Las palabras, guardadas en viejos frascos de cristal, esperaban a los poetas y se les ofrecían, locas de ganas de ser elegidas: ellas rogaban a los poetas que las miraran, que las olieran, que las tocaran, que las lamieran. Los poetas abrían los frascos, probaban palabras con el dedo y entonces relamían o fruncían la nariz. Los poetas andaban en busca de palabras que no conocían, y también buscaban palabras que conocían y habían perdido.

8 oct 2020

La uva y el vino

En la fiesta de la vendimia  (1870)de Lawrence Alma-Tadema

   «Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela. Antes de morir, le reveló su secreto:
La uva –le susurró–está hecha de vino.
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé: Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos».

(GALEANO, Eduardo. El libro de los abrazos. 34ª reimp. Madrid: Siglo XXI de España, 2015, p. 4).


30 jul 2020

El río del Olvido

«La primera vez que fui a Galicia, mis amigos me llevaron al río del Olvido. Mis amigos me dijeron que los legionarios romanos, en los antiguos tiempos imperiales, habían querido invadir estas tierras, pero de aquí no habían pasado: paralizados por el pánico, se habían detenido a la orilla de este río. Y no lo habían atravesado nunca, porque quien cruza el río del Olvido llega a la otra orilla sin saber quién es ni de dónde viene.
Yo estaba empezando mi exilio en España, y pensé: si bastan las aguas de un río para borrar la memoria, ¿qué pasará conmigo, resto de naufragio, que atravesé toda una mar?

27 may 2020

Guerra de la calle, guerra del alma

Mujer escribiendo (1934),  de Pablo Picasso
   «Escribir, ¿tiene sentido? La pregunta me pesa en la mano.
   Se organizan aduanas de palabras, quemaderos de palabras, cementerios de palabras. Para que nos resignemos a vivir una vida que no es la nuestra, se nos obliga a aceptar como nuestra una memoria ajena. Realidad enmascarada, historia contada por los vencedores: quizás escribir no sea mas que una tentativa de poner a salvo, en el tiempo de la infamia, las voces que darán testimonio de que aquí estuvimos y así fuimos. Un modo de guardar para los que no conocemos todavía, como quería Espriu “el nombre de cada cosa”. Quien no sabe de dónde viene, ¿cómo puede averiguar adónde va?».


(GALEANO, Eduardo. Días y noches de amor y guerra. Madrid: Siglo XXI de España, 2015, p. 292).

3 mar 2020

Breve historia de la revolución tecnológica

«Creced y multiplicaos, dijimos y las máquinas crecieron y se multiplicaron. 
Nos habían prometido que trabajarían para nosotros. Ahora nosotros trabajamos para ellas.   Multiplican el hambre las máquinas que inventamos para multiplicar la comida. Nos matan las armas que inventamos para defendernos. Nos paralizan los autos que inventamos para movernos. Nos desencuentran las ciudades que inventamos para encontrarnos. Los grandes medios, que inventamos para comunicarnos, no nos escuchan ni nos ven.  Somos máquinas de nuestras máquinas. Ellas alegan inocenciaY tienen razón».

(GALEANO, Eduardo. Espejos: una historia casi universal. México: Siglo XXI, 2008, p. 331-332).

11 dic 2019

1935, Buenos Aires: Alfonsina

Mujer que juega con el viento,  de Li-Shu Chen
   «A la mujer que piensa se le secan los ovarios. Nace la mujer para producir leche y lágrimas, no ideas; y no para vivir la vida sino para espiarla desde las ventanas a medio cerrar. Mil veces se lo han explicado y Alfonsina Storni nunca lo creyó. Sus versos más difundidos protestan contra el macho enjaulador.
   Cuando hace años llegó a Buenos Aires desde provincias, Alfonsina traía unos viejos zapatos de tacones torcidos y en el vientre un hijo sin padre legal. En esta ciudad trabajó en lo que hubiera; y robaba formularios del telégrafo para escribir tristezas. Mientras pulía las palabras, verso a verso, noche a noche, cruzaba los dedos y besaba las barajas que anunciaban viajes y herencias y amores.
   El tiempo ha pasado, casi un cuarto de siglo; y nada le regaló la suerte. Pero peleando a brazo partido Alfonsina ha sido capaz de abrirse paso en el masculino mundo. Su cara de ratona traviesa nunca falta en las fotos que congregan a los escritores argentinos más ilustres.
   Este año, en el verano, supo que tenía cáncer. Desde entonces escribe poemas que hablan del abrazo de la mar y de la casa que la espera allá en el fondo, en la avenida de las madréporas».


(GALEANO, Eduardo. Mujeres. Madrid: Alianza Editorial, 1995, p. 42).

6 ago 2019

El universo visto por el ojo de una cerradura

  «Todos los días –cuenta Freddy– yo lo ayudo a preparar las tiritas de plastilina que él usa para escribir. Papel y lápiz, no usa. Él escribe grabando signos en la plastilina. Yo no puedo leer lo que él escribe. Lo que él escribe no se lee con los ojos. Se lee con los dedos.
   Con él aprendí a sentir una hoja. Yo no sabía. Él me enseñó. Cerrá los ojos, me dijo. Con paciencia me enseñó a sentir una hoja de árbol con los dedos. Me llevó tiempo aprender porque yo no tenía la costumbre. Ahora me gusta acariciar las hojas, que los dedos resbalen por el lado de arriba, tan liso que es, sentir la pelusa de abajo y los hilitos como venas que la hoja tiene adentro.

5 may 2019

El león y la hiena

El beso (1925) de Pablo Picasso
   «El león, símbolo de la valentía y la nobleza, vibra en los himnos, flamea en las banderas y custodia castillos y ciudades. La hiena, símbolo de la cobardía y la crueldad, no vibra, ni flamea, ni custodia nada. El león da nombre a reyes y plebeyos, pero no hay noticia de que ninguna persona se haya llamado o se llama Hiena.
   El león es un mamífero carnívoro de la familia de los félidos. El macho se dedica a rugir. Sus hembras se ocupan de cazar un venado, una cebra o algún otro bicho indefenso o distraído, mientras el macho espera. Cuando la comida está lista, el macho se sirve primero. De lo que sobra, comen las hembras. Y al final, si algo queda todavía, comen los cachorros. Si no queda nada, se joden.
   La hiena, mamífero carnívoro de la familia de los hiénidos, tiene otras costumbres. Es el caballero quien trae la comida; y él come último, después que se han servido los niños y las damas.
   Para elogiar, decimos: Es un león. Para insultar: Es una hiena. La hiena se ríe. Por qué será».


(GALEANO, Eduardo.  Bocas del tiempo. Madrid: Siglo XXI de España, 2004, p. 315).

14 feb 2019

Otra ventana sobre la palabra

«La A tiene las piernas abiertas.
La M es un subibaja que va y viene entre el cielo y el infierno.
La O, círculo cerrado, te asfixia.
La R está notoriamente embarazada.
Todas las letras de la palabra AMOR son peligrosas –comprueba Romy.
Cuando las palabras salen de la boca, ellas la ve dibujadas en el aire».


(GALEANO, Eduardo.  Mujeres. Madrid: Alianza Editorial, 1995, p. 18).

20 ago 2018

Los sueños de Helena


El sueño (1937),  de Salvador Dalí
«Aquella noche hacían cola los sueños, queriendo ser soñados, pero Helena no podía soñarlos a todos, no había manera. Uno de los sueños, desconocido, se recomendaba:
   Suéñeme, que le conviene. Suéñeme, que le va a gustar. Hacían cola unos cuantos sueños nuevos, jamás soñados, pero Helena reconocía al sueño bobo, que siempre volvía, ese pesado, y a otros sueños cómicos o sombríos que eran viejos conocidos de sus noches de mucho volar».


(GALEANO, Eduardo.  El libro de los abrazos. 34ª reimp. Madrid: Siglo XXI de España, 2015, p. 30).