«Para alcanzar un alto grado de placer en la
formación de una biblioteca hay que viajar. El bibliótafo viajaba regularmente
en busca de ejemplares. Su teoría era que el coleccionista debe ir al libro, no
esperar a que el libro venga a él. Ningún cazador que se precie, decía, querría
que le trajeran un ciervo vivo a su jardín para matarlo. La mitad del placer
está en seguir a la presa hasta su escondite.