27 ago 2012

El latido de la tierra


   «Estaba en casa, escribiendo mi libro. En páginas: un poco más de la mitad, momento en que me empieza a gustar, a gustar de veras, lo que estoy escribiendo... aunque eso no significa que el libro sea a partir de ahí más fácil de escribir. Me sentía agarrotada. Tenía sueño. La heroína de mi novela acababa de tener una rabieta y me había dejado exhausta. Quería acostarme, pero no en la cama, que está en otra habitación, ni tampoco en el sofá. No quería abandonar mi libro. Sólo quiero dormir unos momentos. Escribir es volar. Y mi equilibrio interior exige ahora que me acueste. Felizmente agotada, necesito el libro para que me mantenga pegada al suelo. Bajo la nítida luna y el aire plateado, sobre la hierba recién cortada, debajo del libro (a un poco más de la mitad); por tanto, fuera del alcance del teléfono y del fax,  y lejos de otros libros, de los múltiples libros que admiro de otros autores, que te protegen del monstruo televisivo que devora tu cerebro...

5 ago 2012

El tiempo

   «Llega un momento en la vida cuando el tiempo nos alcanza. (No sé si expreso esto bien). Quiero decir que a partir de tal edad nos vemos sujetos al tiempo y obligados a contar con él, como si alguna colérica visión con espada centelleante nos arrojara del paraíso primero, donde todo hombre una vez ha vivido libre del aguijón de la muerte. ¡Años de niñez en que el tiempo no existe! Un día, unas horas son entonces cifra de la eternidad. ¿Cuántos siglos caben en las horas de un niño?