«Los años llegan y pasan, las
personas vienen y se van, el tiempo y las gentes me son propicios, y yo tengo
mi lugar bajo el sol.
Ahora,
desde hace días, en momentos en los que no tengo tiempo para prestarle
atención, llega hasta mí el son de una flauta, una melodía que el viento trae
en retazos, una llamada amortiguada por la distancia, y me parece que viene de
las colinas otoñales que lindan con el azul de un límpido cielo matinal. ¿O es
el repicar de los pequeños cencerros que tropiezan en las matas cuando los
corderos blancos bajan al valle? ¿O la vibración de los rayos plateados de los
raíles que van a las barracas del río y, desde allí, desembocan en línea recta
en la esfera del sol poniente que, como una gran estación, acoge a todos los
trenes en el cielo?».
(BACHMANN, Ingeborg. Ansia y otros cuentos. Madrid: Siruela, 2005, p. 42).