«[...] Y la pasión central de la vida es el amor; el gran río que la recoge a todas para llevarlas hacia la muerte a que aspiran. Sólo el amor puede adentrarse en la muerte; las demás pasiones son ciegas o ven de través; se detienen imantadas o se precipitan. Sólo el amor alcanza a tener visión; sólo el amor puede desprenderse de todo; sólo él puede contender con la esperanza y la desesperación venciéndolas. El amor anticipa la muerte y hace a la vida de quien lo vive morir mil muertes y lograr así, obedeciendo, la libertad.»
(ZAMBRANO, María. Algunos lugares de la pintura. Madrid: Espasa-Calpe, 1989, p. 154-156).