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27 abr 2021

La casa de las palabras


Librería Ateneo Grand Splendid (Buenos Aires, Argentina)
«A la casa de las palabras, soñó Helena Villagra, acudían los poetas. Las palabras, guardadas en viejos frascos de cristal, esperaban a los poetas y se les ofrecían, locas de ganas de ser elegidas: ellas rogaban a los poetas que las miraran, que las olieran, que las tocaran, que las lamieran. Los poetas abrían los frascos, probaban palabras con el dedo y entonces relamían o fruncían la nariz. Los poetas andaban en busca de palabras que no conocían, y también buscaban palabras que conocían y habían perdido.

27 abr 2020

La librería de Macondo

Librería El Péndulo (México D.F.)
«Aureliano se fue, y no volvió a salir ni siquiera por curiosidad cuando oyó el rumor de los funerales solitarios. A veces, desde la cocina, veía a José Arcadio deambulando por la casa, ahogándose en una respiración anhelante, y seguía escuchando sus pasos por los dormitorios en ruinas después de la medianoche. No oyó su voz en muchos meses, no sólo porque José Arcadio no le dirigía la palabra, sino porque él no tenía deseos de que ocurriera, ni tiempo de pensar en nada distinto de los pergaminos. A la muerte de Fernanda, había sacado el penúltimo pescadito y había ido a la librería del sabio catalán, en busca de los libros que le hacían falta.

6 oct 2019

En el trasfondo de la imprenta-librería

Estudio para el lenguaje de las verticales (1911), 
de František Kupka
   «El joven dio las gracias: aquel lugar, para instruirse, valía tanto como la escuela de Greenwich. Elie le enseñó todo aquello. La imprenta estaba situada en un patio cerrado por la parte que daba a la calle; se oía el murmullo de una fuente. Vio la sala en donde estaban las prensas manuales y el cuarto de los linotipistas, inclinados sobre sus cajas; el almacén, lleno de montones de papel, y la sala de ventas y embalajes, donde ponían los volúmenes, oliendo aún a tinta fresca, antes de ser enviados  a Alemania, a Inglaterra e incluso a Francia y a Italia. En la pared habían colgado una lista con el nombre de las obras prohibidas en aquellos distintos países, cuyo envío hubiera dado lugar a confiscaciones y pérdidas. Las más valiosas ediciones, que eran el orgullo de Elie, encuadernadas en vitela o en badana, tapizaban una estrecha sala de visitas, flanqueadas por unos cuantos desgastados volúmenes de genealogía y de historia, así como  por diccionarios y compendios donde los correctores, en caso de duda, se suponía consultaban un nombre propio, una palabra insólita o un giro inusitado.

20 sept 2019

El bibliótafo

     «Para alcanzar un alto grado de placer en la formación de una biblioteca hay que viajar. El bibliótafo viajaba regularmente en busca de ejemplares. Su teoría era que el coleccionista debe ir al libro, no esperar a que el libro venga a él. Ningún cazador que se precie, decía, querría que le trajeran un ciervo vivo a su jardín para matarlo. La mitad del placer está en seguir a la presa hasta su escondite.

18 nov 2015

El secreto

«–Y entonces, ¿qué es lo que me vas a enseñar hoy que no he visto todavía?
– Varias cosas. De hecho, lo que te voy a enseñar forma parte de una historia. ¿No me dijiste el otro día que a ti lo que te gustaba era leer?
Bea asintió, arqueando las cejas.
–Pues bien, ésta es una historia de libros.
– ¿De libros?
–De libros malditos, del hombre que los escribió, de un personaje que se escapó de las páginas de una novela para quemarla, de una traición y de una amistad perdida. Es una historia de amor, de odio y de los sueños que viven en la sombra del viento.

24 may 2015

Promesas y oportunidades



Librería Atlantis Books – Santorini (Grecia)
«Al abrir la tienda producía en Florence, cada mañana, la misma sensación cargada de promesas y oportunidades futuras. Los libros estaban bien alienados como las verduras del huerto de la señora Gipping. Dispuestos para todos los visitantes.
   Milo vino a la hora del almuerzo.
   –¿Qué? ¿al final va a encargar a Lolita?
   –Todavía no lo he decidido. He pedido un ejemplar de lectura. Estoy algo desconcertada por lo que han dicho sobre ella los periódicos americanos.

3 mar 2012

La librería (y también biblioteca) de Florence


    «–¡Alguien trae un envío para usted! –gritó Wally desde la bici, con un pie en el suelo–. Preguntó dos veces cuál era el camino, una en la gasolinera y otra en la vicaría. Ahora tiene problemas para dar la vuelta. Está intentando hacerlo en una sola maniobra, para cruzar directamente y venir por la parte de atrás.
   Con el tiempo, esta furgoneta en concreto, elegante con su pintura roja y crema, se convertiría en la más conocida de Hardborough. Era la furgoneta de Brompton’s, la tienda de Londres que ofrecía servicio de biblioteca a libreros de provincias, sin importar lo lejos que estuvieran. A petición de Florence, le habían traído los primeros volúmenes, y ella tenía que firmar un compromiso y leer las condiciones que proponía Brompton’s.
   Éstas parecían más una filosofía moral o las leyes de un Estado ideal, que la expresión de una transacción económica.