Ágora donde iniciar historias sobre libros, naturaleza, arte y poesía; donde hallar las palabras soñadas o queridas, sin la perspectiva del tiempo... como en una biblioteca.
22 may 2017
16 may 2017
El placer
El jardín, de Li-Shu Chen
|
«En las noches de
primavera, alta ya la madrugada, venía a través del campo, desde Eritaña, el
son de un organillo. La tonada efímera, en el silencio y la calma de la noche,
adquiría voz, y hablaba de quienes a esa hora, en vez de dormir, vivían,
velando para el placer de un momento. Yo les veía, ellos y ellas, un poco
bebidos, serios, la mirada fija y vaga a un tiempo, enlazados como si siguieran
el ritmo del espasmo más que el del baile, las manos acariciando enajenadas el
hermoso cuerpo humano, triunfante un día para hundirse luego en la muerte. Y el
grito ronco y agudo de algún pavo real, insomne por las alamedas del parque,
rompía la cadencia de la musiquilla como una burla de mi anhelo loco y triste.
Niño
aún, mi deseo no tenía forma, y el afán que lo despertaba en nada podía
concretarse; y yo pensaba envidioso en aquellos hombres anónimos que a esa hora
se divertían, groseramente quizá, mas que eran superiores a mí por el
conocimiento del placer, del que yo sólo tenía el deseo.
10 may 2017
De ascua en ascua
Porque sentir para nosotros es, ¡ay!, desvanecerse,
exhalamos nuestro ser; de ascua en ascua
despedimos cada vez un aroma más tenue. Tal vez
alguien nos diga:
sí, has entrado en mi sangre, la primavera y este
cuarto
se han llenado de ti... ¡de qué nos serviría!, no
puede retenernos
desapareceremos en él y en torno a él. Y a ésos que
son bellos,
¡ay!, ¿quién los retendrá? Sin cesar la apariencia
se disipa en su rostro. (...)
Cuando regresan las
flores (1911), de Lawrence Alma-Tadema
|
5 may 2017
Mudanza
«La mayor parte del mobiliario, las piezas
más pesadas, ya las habían subido los mozos. Ahora sólo se llevaban cosas
pequeñas hacia arriba. Me quedé de pie en la puerta para poder admirarlo todo.
Tus cosas eran muy especiales, tanto que nunca antes había visto nada igual:
había fetiches indios, esculturas italianas, grandes y deslumbrantes cuadros.
Finalmente vinieron los libros, tantos y tan bonitos que nunca hubiera
imaginado que pudieran existir. Los iban apilando en la puerta, los cogía el mayordomo,
uno por uno, y les quitaba el polvo con cuidado. Me acerqué sigilosamente para
contemplar cómo iba creciendo la pila. Tu criado no me echó, pero tampoco me
animó a quedarme allí. No me atreví a tocar nada, aunque me hubiese gustado
acariciar el suave cuero de algunas cubiertas. Miré alguno de los títulos
tímidamente: algunos eran ingleses o franceses, y otros en idiomas que no
entendía.
30 abr 2017
¿Por qué se escribe?
Festival
de las Linternas Flotantes – Isla de Honolulu (Hawai)
|
«Escribir
es defender la soledad en que se está; es una acción que sólo brota desde un
aislamiento efectivo, pero desde un aislamiento comunicable, en que,
precisamente, por la lejanía de toda cosa concreta se hace posible un descubrimiento
de relaciones entre ellas.
Pero es
una soledad que necesita ser defendida, que es lo mismo que necesitar de
justificación. El escritor defiende su soledad, mostrando lo que en ella y
únicamente en ella, encuentra.
27 abr 2017
23 abr 2017
La voz del libro
A reader (1877),
de Albert Joseph Moore
|
«En esa gran polémica con
los muertos que es la lectura, nuestro papel no es pasivo. Cuando es algo más
que fantaseo o que un apetito indiferente emanado del tedio, la lectura es un modo de acción. Conjuramos
la presencia, la voz del libro. Le permitimos la entrada, aunque no sin
cautela, a nuestra más honda intimidad. Un gran poema, una novela clásica nos
acometen; asaltan y ocupan las fortalezas de nuestra conciencia. Ejercen un
extraño, contundente señorío sobre nuestra imaginación y nuestros deseos, sobre
nuestras ambiciones y nuestros sueños más secretos. Los hombres que queman
libros saben lo que hacen. El artista es la fuerza incontrolable: ningún ojo
occidental, después de Van Gogh, puede mirar un ciprés sin advertir en él el
comienzo de la llamarada.
Así, y en una medida suprema, ocurre con la
literatura. Un hombre que haya leído el canto XXIV de la Ilíada –el encuentro nocturno de Príamo y Aquiles– o el capítulo en que
Aliosha Karamazov se arrodilla ante las estrellas, que haya leído el capítulo
XX de Montaigne (Que philosopher c’est apprendre l’art de mourir) y el
empleo que de éste hace Hamlet y que no se inmute, que la aprehensión de su
propia vida permanezca inalterable, que de alguna manera sutil pero radical no
mire de modo distinto el cuarto en que se mueve o al que llama a su puerta,
éste ha leído con la ceguera apenas de la mirada física. ¿Pueden leerse Anna
Karenina o a Proust sin experimentar una flaqueza o una dimensión nuevas en
el centro mismo de nuestra sensibilidad sexual?».
(STEINER, George. Lenguaje y silencio. 2ª ed. Madrid:
Gedisa, 2000, p. 25-26).
16 abr 2017
Don Quijote
Lectura (1932), de Pablo Picasso
|
«Marco Polo había dictado su libro de las
maravillas en la cárcel de Génova.
Exactamente tres siglos después, Miguel de
Cervantes, preso por deudas, engendró a don Quijote de la Mancha en la cárcel
de Sevilla.
Y ésa fue otra aventura de la libertad,
nacida en prisión.
Metido en su armadura de latón, montado en
su rocín hambriento, don Quijote parecía destinado al perpetuo ridículo. Este
loquito se creía personaje de novela de caballería y creía que las novelas de
caballería era libros de historia.
Pero los lectores, que desde hace siglos nos
reímos de él, nos reímos con él. Una escoba es un caballo para el niño
que juega, mientras el juego dura, y mientras dura la lectura compartimos las
estrafalarias desventuras de don Quijote y las hacemos nuestras. Tan nuestras
las hacemos que convertimos en héroe al antihéroe, y hasta le atribuimos lo que
no es suyo. Ladran, Sancho, señal que cabalgamos es la frase que los
políticos citan con más frecuencia. Don Quijote jamás la dijo.
10 abr 2017
El defecto a evitar
«El mayor defecto que hay que evitar es la Ignorancia.
Para vencer a la enemiga Ignorancia, se requiera Sabiduría.
El mejor método para adquirir Sabiduría es el inclaudible esfuerzo».
(EVANS-WENTZ, W.Y. Yoga tibetano y doctrinas secretas.
Buenos Aires: Kier, 1975, p. 95).
6 abr 2017
La intimidad de la lectura
Vista de la llanura de Auvers (1890), de Vincent van Gogh
|
«El
hombre construye casas porque está vivo, pero escribe libros porque se sabe
mortal. Vive en grupo porque es gregario, pero lee porque se sabe solo. Esta
lectura es para él una compañía que no ocupa el lugar que ninguna otra compañía
podría sustituir. No le ofrece ninguna explicación definitiva sobre su destino
pero teje una apretada red de connivencias que expresan la paradójica dicha de
vivir a la vez que iluminan la absurdidad trágica de la vida. De manera que
nuestras razones para leer son tan ‘extrañas’ como nuestras razones vivir. Y
nadie tiene poderes para pedirnos cuentas sobre esa intimidad».
(PENNAC,
Daniel. Como una novela. 8ª ed.
Barcelona: Anagrama, 2001, p. 169).