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29 ene 2018

Los libros arden mal


Llamaradas,  de Li-Shu Chen
«Había mucha limpieza que hacer. Y otro tanto en la plaza de María Pita. Muchos libros quemados. Algo habíamos oído nosotros de que andaban quemando libros en la orilla del mar. Ya habían hecho alguna que otra quema en los primeros días del golpe. Pero esto era diferente. Bibliotecas enteras ahí quemadas. Excepto la voz resinosa del que mandaba, repetida como un eco por el nuevo encargado, el único sonido era el de los rastrillos rascando con sus dientes y luego las palas cargando el camión.
El mando apuraba la voz. Pero aquello no se podía hacer de cualquier manera, a lo bruto. Cada trabajo requiere su ritmo, y ninguno de nosotros recordaba haber cargado restos de libros quemados. Las herramientas tampoco. Ellas y nosotros estábamos acostumbrados a recoger las hojas caídas, al olor de las cenizas de otoño, que le daban a la ciudad un aroma medicinal. Más que de humo habría que hablar de eso, de un aroma. Era una naturaleza a la que le había llegado su tiempo. En cambio, lo que hoy ardía era el tiempo. En eso sí que reparé. No dije nada, pero lo pensé.

24 nov 2017

De la brevedad de la vida

«No hay quien pueda restituirte los años, y ninguno te restituirá a ti mismo, la edad proseguirá el camino que comenzó, sin volver atrás ni detenerse; no hará ruido ni te advertirá de su velocidad; pasará con silencio, no se prorrogará por mandado de los reyes ni por el favor del pueblo; correrá desde el primer día como se le ordenó; en ninguna parte tomará posada ni se detendrá. ¿Qué se seguirá de esto? Que mientras tú estás ocupado, huye aprisa la vida, llegando la muerte, para la cual, quieras o no, es forzoso desocuparte [...] En tres tiempos se divide la vida: en presente, pasado y futuro. De éstos, el presente es vivísimo, el futuro dudoso, el pasado cierto». 


(SÉNECA, Lucio Anneo. Tratados filosóficos; Cartas. 8ª ed. México: Porrúa, 2003, p. 126-127).

4 jun 2017

Represéntase la brevedad de lo que se vive y cuán nada parece lo que se vivió


Danza de la vida  (1900),  de Edvard Munch
«'¡Ah de la vida!' ... ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.

¡Que sin poder saber cómo ni adónde
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.

   Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto;
soy un fue, y un será, y un es cansado.

   En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto».

(QUEVEDO, Francisco de. Poemas escogidos. 3ª ed. Madrid: Castalia, 1986, p. 52).

23 mar 2017

El Avaro y el Ángel de la Muerte


Concentrics rinds II  (1953),  de M.C. Escher
«Un avaro había acumulado, con grandes esfuerzos como mercader y prestamista, trescientos mil dinares. Tenía parcelas, edificios y toda clase de riquezas.
   Entonces decidió que pasaría un año gozando, viviendo confortablemente, para luego decidir cuál sería su futuro.
   Pero tan pronto dejó de acumular dinero, se le apareció el Ángel de la Muerte para quitarle la vida.
   El avaro trató por medio de todos los argumentos posibles disuadir al Ángel, quien, sin embargo, no transigía. Entonces el hombre dijo:
   “Dame tan sólo tres días y te daré una tercera parte de toda mi fortuna”.
   El Ángel no aceptó, y volvió a tirar de la vida del avaro para quitársela.

8 sept 2016

Siempre es hoy


Cascada Bruarfoss (Islandia)
Todo está lejos, no hay regreso, los muertos no
están  muertos, los vivos no están vivos,
hay un muro, un ojo que es un pozo, todo tira
hacia abajo, pesa el cuerpo,
pesan los pensamientos, todos los años son este
minuto desplomándose interminablemente
aquel cuerto de hotel de San Francisco me salió al
paso en Bangkok, hoy es ayer, mañana es ayer,
la realidad es una escalera que no sube ni baja, no
nos movemos, hoy es hoy, siempre es hoy,

18 ago 2016

El tiempo


Echo y Narciso  (1903),  de John William Waterhouse
«Pero el tiempo es continuidad, herencia, consecuencia. Pasa sin pasar enteramente, pasa transformándose. El tiempo no tiene una estructura simple, de una sola dimensión, diríamos. Pasa y queda. Al pasar se hace pasado, no desaparece. Si desapareciese totalmente no tendríamos historia.

10 feb 2016

La realidad de la esperanza


El muro del sol, de Joan Miró
«Hay una esperanza que nada espera, que se alimenta de su propia incertidumbre: la esperanza creadora; la que extrae del vacío, de la adversidad, de la oposición, su propia fuerza sin por eso oponerse a nada, sin embalarse en ninguna clase de guerra. Es la esperanza que crea suspendida sobre la realidad sin desconocerla, la que hace surgir la realidad aún no habida, la palabra no dicha: la esperanza reveladora; nace de la conjunción de todos los pasos señalados, afinados y concertados al extremo; nace del sacrificio que nada espera de inmediato mas que sabe gozosamente de su cierto, sobrepasado, cumplimiento.

30 oct 2015

La memoria: primera revelación

La Escuela de Atenas (1511), de Rafael Sanzio
            «Y somos así, opacos a nosotros mismos en esa primera, espontánea forma de conocimiento en que ni siquiera pretendemos conocernos, que es la memoria. La memoria, primera revelación, ineludible de la persona. ¿Por qué este tener presente nuestra vida pasada, aunque los recuerdos concretos desaparezcan? La memoria está siempre ahí, viviente; no descansa.

30 sept 2015

Días tranquilos

No son sólo los del amor feliz,
Ni los de la riqueza, ni los de la edad madura llena de
honores, ni los de las victorias de la política o de la guerra;
Mas, cuando declina la vida y se apaciguan todas las pasiones
            turbulentas,
Cuando se cubre el cielo de la tarde de colores vistosos, etéreos,
            silenciosos,
Cuando se nos inunda el cuerpo de dulzura, plenitud, sosiego,
            como de un aire refrescante y balsámico,
Cuando los días se visten de una luz más suave, y la manzana
            pende al fin del árbol, lograda, indolente, madura,
¡Entonces los días son fecundos, apacibles, los más felices
            de todos!
¡Los días tranquilos de la dulce meditación y de la dicha!


(WHITMAN, Walt. Hojas de hierba. Barcelona: Tesys,1986, p. 656-657).

8 abr 2015

Libertad


Concentrics rinds I  (1953),  de M.C. Escher
«Pues el hombre está sometido en principio a la libertad y al tiempo. A la libertad porque como dice la Razón Vital: «Somos necesariamente libres». Y al tiempo, porque es el medio de la vida. Mas no basta ser necesariamente algo para serlo como se debe. Se es libre aunque no se quiera, cierto es y aunque no se sepa. Mas no es la misma libertad la del que se sabe que la tiene, ni la del que sabe tenerla».

(ZAMBRANO, María. Persona y democracia. 2ª ed. Madrid: Siruela, 2004, p. 114).

6 feb 2015

Signos e indicios del Destino

Belleza abstracta (1),  de Li-Shu Chen
«En la vida existe un valor que permanece muchas veces invisible para los demás, pero que el hombre escucha en lo hondo de su alma: es la fidelidad o traición a lo que sentimos como un destino o una vocación a cumplir.

El destino, al igual que todo lo humano, no se manifiesta en abstracto, sino que se encarna en alguna circunstancia, en un pequeño lugar, en una cara amada, o en un nacimiento pobrísimo en los confines de un imperio.

6 jul 2014

El valor de la vida

«Por hermosos que sean, no pueden conservarse los momentos del pasado. Por gozosos que sean, no pueden guardarse los momentos del presente. Por deseables que sean, no pueden atraparse los momentos del futuro. Pero la mente se desespera por fijar el río en un lugar: poseída por las ideas del pasado, preocupada por las imágenes del futuro, pasa por alto la simple verdad del momento. Quien pueda disolver su mente descubrirá de repente el Tao a sus pies, y tendrá la claridad a mano».

(LAO-TSE. Hua Hu Ching. Madrid: Edaf, 1995, p. 40).

24 feb 2014

El error

Espera en la terraza del Café Novelty,  
de Li-Shu Chen
«Díaz-Varela se quedó observándome muy atentamente, con una mejilla apoyada en el puño y el codo apoyado en la mesa. Aparté la vista, me turbaron sus ojos inmóviles, de mirada nada transparente ni penetrante, quizá era nebulosa y envolvente o tan sólo indescifrable, suavizada en todo caso por la miopía (probablemente llevaba lentillas), era como si esos ojos rasgados me estuvieran diciendo: “¿Por qué no me entiendes?”, no con impaciencia sino con lástima.
   –Ese es el error dijo al cabo de unos segundos, sin quitarme su mirada fija de encima ni variar su postura, como si en vez de hablar estuviera atendiendo–, un error propio de niños en el que sin embargo incurren muchos adultos hasta el día de su muerte, como si a lo largo de su vida entera no hubieran logrado darse cuenta de su funcionamiento y carecieran de toda experiencia.