Echo y Narciso (1903), de John William
Waterhouse
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«Pero el tiempo es continuidad,
herencia, consecuencia. Pasa sin pasar enteramente, pasa transformándose. El
tiempo no tiene una estructura simple, de una sola dimensión, diríamos. Pasa y
queda. Al pasar se hace pasado, no desaparece. Si desapareciese totalmente no
tendríamos historia. Mas, si el futuro no estuviese actuando, si el futuro
fuese simple no-estar todavía, tampoco tendríamos historia. El futuro se nos
presenta primariamente, como “lo que estar por llegar“. Si del pasado nos
sentimos venir, más exactamente, “estar viniendo“, el futuro lo sentimos
llegar, sobrevenirnos, en forma inevitable. Aunque no estemos jamás ciertos de
conocer el día de mañana lo sentimos avanzar sobre
nosotros…».
(ZAMBRANO, María. Persona y democracia. 2ª ed. Madrid: Siruela, 2004, p. 27).
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