El muro del sol, de Joan Miró
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«Hay una esperanza que nada espera, que se alimenta de su propia
incertidumbre: la esperanza creadora; la que extrae del vacío, de la
adversidad, de la oposición, su propia fuerza sin por eso oponerse a nada, sin
embalarse en ninguna clase de guerra. Es la esperanza que crea suspendida sobre
la realidad sin desconocerla, la que hace surgir la realidad aún no habida, la
palabra no dicha: la esperanza reveladora; nace de la conjunción de todos los
pasos señalados, afinados y concertados al extremo; nace del sacrificio que
nada espera de inmediato mas que sabe gozosamente de su cierto, sobrepasado,
cumplimiento. Es la esperanza que crece en el desierto que se libra de
esperarnos por no esperar nada a tiempo fijo, la esperanza librada de la
infinitud sin término que abarca y atraviesa toda la longitud de las edades».
(ZAMBRANO,
María. Los bienaventurados. Madrid: Siruela, 1990, p. 112).
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