15 may 2013

Flor desde tu ausencia...


Ramas con flor de almendro (1890),  
de Vincent van Gogh
Una querencia tengo por tu acento,
una apetencia por tu compañía
y una dolencia de melancolía
por la ausencia del aire de tu viento.

Paciencia necesita mi tormento,
urgencia de tu garza galanía,
tu clemencia solar mi helado día,
tu asistencia la herida en que lo cuento.

¡Ay querencia, dolencia y apetencia!:
sus sustanciales besos, mi sustento,
me faltan y me muero sobre mayo.

Quiero que vengas, flor desde tu ausencia,
a serenar la sien del pensamiento
que desahoga en mí su eterno rayo. 


(HERNÁNDEZ, Miguel. El rayo que no cesa. 9ª ed. Madrid: Espasa-Calpe, 1978 , p. 37-38).

9 may 2013

Tratarse


You and me,  de Li-Shu Chen
«Es maravilloso el proceso de ir descubriendo cómo nos hacemos amigos de una persona. Luego, cuando pasa el tiempo, se recuerdan los momentos iniciales y cómo se fue produciendo aquel chispazo. El campo atractivo de la amistad forma una telaraña compleja en la que se cruzan y entremezclan, entran y salen, suben y bajan sentimientos, aspiraciones, deseos e ilusiones. Todo ello va a dar lugar a una tupida red de significados en la que el vaivén de los movimientos va a estar a la orden del día.

1 may 2013

El camino hacia la esencia de la vida


   «Fui a los bosques porque quería vivir con un propósito; para hacer frente sólo a los hechos esenciales de la vida, por ver si era capaz de aprender lo que aquélla tuviera por enseñar, y no por descubrir, cuando llegase mi hora, que no había siquiera vivido. No deseaba vivir lo que no es vida, ¡es tan caro el vivir!, ni practicar la resignación, a menos que fuera absolutamente necesario.

25 abr 2013

Escrutinio libresco

Vrindaban (1965),  de Octavio Paz
   «Causó risa al licenciado la simplicidad del ama y mandó al barbero que le fuese dando de aquellos libros uno a uno, para ver de qué trataban, pues podía ser hallar algunos que no mereciesen castigo de fuego.
   –No –dijo la sobrina–; no hay qué perdonar a ninguno porque todos han sido los dañadores; mejor será arrojadlos por las ventanas al patio y hacer un rimero dellos, y pegarles fuego; y si no, llevarlos al corral, y allí se hará la hoguera, y no ofenderá el humo.

14 abr 2013

A las tres de la tarde de aquel 14 de abril


«El tranvía bajaba desde el Hipódromo bordeando el río de asfalto a la una de la tarde. Apenas algunas personas caminaban con el paso del que va a cumplir un encargo en silencio; no había grupos en los andenes y los cafés de Recoletos y la calle de Alcalá aparecían desiertos; el asfalto como un espejo reflejaba un cielo claro de primavera [...]. Siguió así el ambiente de la ciudad todo ese mediodía. Mas, a la una de la tarde la ciudad salió de su retiro; ya la calle de Alcalá iba llenándose de gentes que se juntaban en pequeños grupos, iban y volvían, revoloteaban, miraban a un lado y a otro, a ver si alguien llegaba, o si hacía su aparición.

8 abr 2013

Las aguas de abril


¡Abril las aguas mil las aguas llueve!
Fiel de un reflejo intemporal, el agua
Cruzó en la luz de un cielo sin espacio;
Entró en Abril de Abriles mil desnuda,
y al cielo limpio, Abril los cielos mil,
sus lunas va clavando en altas noches
que, en nubes mil, el cielo le devuelve
deshecho en flor –en nubes mil– de lluvia.

3 abr 2013

Amigo y enemigo


  «Recuerdo los primeros libros, pocos, que compré cuando era estudiante. Los coloqué en una pequeña repisa y todos los días me acercaba a mirarlos con ilusión. Me sentía orgulloso de poseer mis propios libros. Paulatinamente la repisa se fue llenando de volúmenes y tuve que comprar un pequeño mueble librería. Pronto fueron dos, después tres, finalmente diez. A pesar de ello, ideé un sistema que me permitía encontrar cualquier libro con los ojos cerrados. Más tarde me vi obligado a deshacerme de los muebles librería y a instalar un montón de estanterías que ocupaban tres de las cuatro paredes de mi estudio. Tuve que cambiar el sistema, y desde entonces pierdo a menudo horas enteras buscando un libro que sé con certeza que poseo. O está mal colocado, o (y esto es lo más frecuente) alguien me lo ha robado.

30 mar 2013

El pequeño seísmo

Lirios (1889),  de Vincent van Gogh
Ocurre un pequeño seísmo
cuando dices mi nombre.
Me elevas a la altura de tu boca
lentamente
para no deshojarme.
Tiemblo como si tuviera
quince años y toda la tierra
fuera leve.
¡Oh, inefable primavera!


(ANDRADE, Eugénio de. Los surcos de la sed. Madrid: Calambur, 2001, p. 29).