«Fui a los bosques porque quería vivir con
un propósito; para hacer frente sólo a los hechos esenciales de la vida, por
ver si era capaz de aprender lo que aquélla tuviera por enseñar, y no por
descubrir, cuando llegase mi hora, que no había siquiera vivido. No deseaba
vivir lo que no es vida, ¡es tan caro el vivir!, ni practicar la resignación, a
menos que fuera absolutamente necesario. Quería vivir profundamente y extraer
de ello toda la médula; de modo tan duro y espartano que eliminara todo lo espurio,
haciendo limpieza drástica de lo marginal y reduciendo la vida a su mínima
expresión; y si ésta se revelaba mezquina, obtener toda su genuina mezquindad y
dársela a conocer al mundo; pero si fuera sublime, conocerla por propia
experiencia y ofrecer un verdadero recuento de ella en mi próxima manifestación».
(THOREAU, Henry David.
Walden o la vida en los bosques. Barcelona:
Juventud, 2010, p. 119).
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