lo que me duele desde la cintura hasta
los zapatos.
Sol de finales de julio
o de agosto a plomo: finas
agujas de acero.
Es el sol de estos días, que brilla
entre las hojas.
Bebiendo mi agua.
Pegado a mi piel.
Es de otro territorio, de otro arenal.
Tiene otros ritmos, otros modos,
otra lentitud para roer
la cal, morderme los ojos.
Hasta cuando ciega canta al arder.
(ANDRADE, Eugénio
de. Los surcos de la sed. Madrid:
Calambur, 2001, p. 33).