«Nuestra vida nocturna es un océano porque flotamos en
ella. Durante el sueño no vivimos nunca inmóviles sobre la tierra. Caemos de un
sueño a otro más profundo, o bien hay en nosotros un poco de alma que quiere
despertarse: entonces nos levanta. Subimos o bajamos sin cesar. Dormir es
descender y ascender como un ludión sensible en las aguas de la noche. En
nosotros la noche y el día tienen un devenir vertical. Son atmósferas de
densidades desiguales, donde sube y baja el soñador siguiendo el peso de sus
pecados o la ingravidez de su beatitud».
(BACHELARD, Gaston. El agua y los
sueños. 1ª ed., 7ª reimp. México: Fondo de Cultura Económica, 1997, p. 75).
No hay comentarios:
Publicar un comentario