Porque sentir para nosotros es, ¡ay!, desvanecerse,
exhalamos nuestro ser; de ascua en ascua
despedimos cada vez un aroma más tenue. Tal vez
alguien nos diga:
sí, has entrado en mi sangre, la primavera y este
cuarto
se han llenado de ti... ¡de qué nos serviría!, no
puede retenernos
desapareceremos en él y en torno a él. Y a ésos que
son bellos,
¡ay!, ¿quién los retendrá? Sin cesar la apariencia
se disipa en su rostro. (...)
Cuando regresan las
flores (1911), de Lawrence Alma-Tadema
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