No sólo las mañanas, todas las del verano, no sólo
cómo ellas se transforman en día e irradian desde su comienzo.
No sólo los días, tan tiernos en torno a las flores y, allá arriba,
en torno a los árboles ya formados, fuertes y poderosos.
No sólo la devoción de este despliegue de fuerzas,
no sólo los caminos, no sólo los prados al atardecer,
no sólo, tras la tardía tormenta, el hálito de la claridad,
no sólo el sueño que se acerca, y un presentimiento, antes de
anochecer...
¡sino las noches!, sino las altas noches del verano,
sino las estrellas, las estrellas de la tierra.
¡Oh, estar muerto, algún día, y conocerlas infinitamente,
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Blue star (1927), de Joan Miró
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Nicht nur die Morgen alle des Sommers–,
nich nur
wie sie sich in Tag und strahlen vor
Anfag.
Nicht nur die Tage, die zart sind um
Blumen, und oben,
um die gestalteten Bäume, stark und
gewaltig.
Nicht nur die Andacht dieser entfalteten
Kräfte,
nicht nur die Wege, nicht nur die Wiesen
im Abend,
nicht nur, nach spätem Gewitter, das
atmende Klarsein,
nicht nur der nahende Schlaf und ein
Ahnen, abends...
sondern die Nächte! Sondern die hohen,
des Sommers,
Nächte, sondern die Sterne, die Sterne
der Erde.
O einst tot sein und sie wissen
unendlich,
alle die Sterne: denn wie, wie, wie sie
vergessen!
(RILKE, Rainer Maria. Elegías de
Duino. 2ª ed. Madrid: Hiperión, 2005, p. 74-77).
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