20 sept 2019

El bibliótafo

     «Para alcanzar un alto grado de placer en la formación de una biblioteca hay que viajar. El bibliótafo viajaba regularmente en busca de ejemplares. Su teoría era que el coleccionista debe ir al libro, no esperar a que el libro venga a él. Ningún cazador que se precie, decía, querría que le trajeran un ciervo vivo a su jardín para matarlo. La mitad del placer está en seguir a la presa hasta su escondite.

   Sólo en contadas ocasiones hacía pedidos por catálogo; normalmente iba de acá para allá, visitando a los libreros, buscando el libro deseado. Disfrutaba en aquellas tiendas en las que el librero tenía toda la mercancía expuesta, las existencias eran abundantes y las sorpresas habituales; donde el propietario estaba magníficamente bien informado sobre algunos aspectos e igualmente desinformado sobre otros.
   Compraba generosamente, nunca discutía un precio y dejaba su dinero con el aire del hombre que cree que el dinero que no se gasta es el origen de todos los males».


(VINCENT, Leon H. El bibliótafo: un coleccionista de libros. Barcelona: Periférica, 2015, p. 41).

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