Librería Ateneo Grand Splendid (Buenos Aires,
Argentina)
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«A la casa de las palabras, soñó Helena Villagra,
acudían los poetas. Las palabras, guardadas en viejos frascos de cristal,
esperaban a los poetas y se les ofrecían, locas de ganas de ser elegidas: ellas
rogaban a los poetas que las miraran, que las olieran, que las tocaran, que las
lamieran. Los poetas abrían los frascos, probaban palabras con el dedo y
entonces relamían o fruncían la nariz. Los poetas andaban en busca de palabras
que no conocían, y también buscaban palabras que conocían y habían perdido.
En la casa de
las palabras había una mesa de los colores. En grandes fuentes se ofrecían los
colores y cada poeta se servía del color que le hacía falta: amarillo limón o
amarillo sol, azul de mar o de humo, rojo lacre, rojo sangre, rojo vino,...».
(GALEANO, Eduardo. El
libro de los abrazos. 34ª reimp. Madrid: Siglo
XXI de España, 2015, p. 7).
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