6 oct 2019

En el trasfondo de la imprenta-librería

Estudio para el lenguaje de las verticales (1911), 
de František Kupka
   «El joven dio las gracias: aquel lugar, para instruirse, valía tanto como la escuela de Greenwich. Elie le enseñó todo aquello. La imprenta estaba situada en un patio cerrado por la parte que daba a la calle; se oía el murmullo de una fuente. Vio la sala en donde estaban las prensas manuales y el cuarto de los linotipistas, inclinados sobre sus cajas; el almacén, lleno de montones de papel, y la sala de ventas y embalajes, donde ponían los volúmenes, oliendo aún a tinta fresca, antes de ser enviados  a Alemania, a Inglaterra e incluso a Francia y a Italia. En la pared habían colgado una lista con el nombre de las obras prohibidas en aquellos distintos países, cuyo envío hubiera dado lugar a confiscaciones y pérdidas. Las más valiosas ediciones, que eran el orgullo de Elie, encuadernadas en vitela o en badana, tapizaban una estrecha sala de visitas, flanqueadas por unos cuantos desgastados volúmenes de genealogía y de historia, así como  por diccionarios y compendios donde los correctores, en caso de duda, se suponía consultaban un nombre propio, una palabra insólita o un giro inusitado. Uno de aquellos mondadores de palabras era un hombre de mediana edad, meticuloso como ninguno, pero amargado por su mala fortuna, pues él era –según decía–, y no Elie Adriansen, quien hubiera debido comprar, si hubiese sabido aprovechar la ocasión, la bien surtida librería de Johannes Jansseionius. El otro, buen compañero, había ocupado en otros tiempos una cátedra en un colegio, y la envidia de sus colegas –si se creían sus palabras–  pronto lo expulsaron de ella. Este último, mientras trabajaba, tarareaba en griego versos de Anacreonte, poniéndoles una musiquilla de moda. Sin las consecuencias de la bebida, aquel prodigio de saber hubiérase bastado para todo, pero sus resacas solían durar varios días.
   Aquellos dos compadres le enseñaron de buen grado las triquiñuelas del oficio, como, por ejemplo, leer un texto al revés para no dejarse distraer por el sentido de las palabras, o dedicarse por entero tan pronto a la caza de errores como a los de sintaxis; ora a la alienación, ora a las mayúsculas. Su latín de colegial, cuyas carencias sabía, le obligaba a ser más lento y más cuidadoso que aquellos dos listos: pronto descargaron en él las tareas más fastidiosas. En ocasiones, lleno de escrúpulos y con la esperanza de instruirse, planteaba tímidamente una pregunta a los doctos que frecuentaban la espaciosa sala del librero».


(YOURCENAR, Marguerite. Como el agua que fluye. 1ª ed., 6ª reimp. Madrid: Alfaguara, 1989, p. 110-111).

No hay comentarios:

Publicar un comentario