«Pajom,
el dueño de la casa, estaba tumbado en lo alto de la estufa y escuchaba lo que decían
las mujeres.
Es
la pura verdad – exclamó. Ocupados desde pequeños en cultivar a nuestra madre
tierra, no tenemos tiempo de pensar siquiera en tonterías. ¡La única pena es
que disponemos de poca tierra! ¡Si tuviera toda la que quisiera, no tendría
miedo a nadie, ni siquiera del diablo!
Las
mujeres acabaron de beber el té, charlaron un rato de vestidos, recogieron la
vajilla y se fueron a la cama.
El
diablo se había sentado detrás de la estufa y lo había escuchado todo. Se había
alegrado de que la mujer del campesino hubiera inducido a su marido a alabarse:
se había jactado de que, si tuviera mucha tierra, no temería ni siquiera al
diablo.
De
acuerdo – pensó el diablo. Haremos una apuesta tú y yo: te daré mucha tierra y
gracias a ella te tendré en mi poder».
(TOLSTÓI, Lev. ¿Cuánta tierra necesita un hombre? Madrid:
NordicaLibros, 2011, p. 13).
Escrito en 1886, ¿Cuánta tierra necesita un hombre? es una modernísima parábola sobre la ambición del ser
humano. Pajom es un campesino al que ninguna extensión de tierra le satisface:
cuanta más tiene, más necesita. Al conocer que los habitantes de una lejana
región, los bashkirios, le ofrecen tanta tierra como pueda recorrer en un día,
no lo dudará e intentará abarcar la mayor cantidad posible...
La prosa de
Tolstói – decía Nabokov – late al ritmo del corazón. Elena Odriozola, Segundo
Premio Nacional de Ilustración 2006, ha captado ese pulso narrativo y nos lleva
con sus imágenes a la tierra que vio nacer a Pajom, permitiéndonos acompañarle
en su viaje por la estepa rusa, marcado por el ritmo de su codicia. Las vacas
serán testigo de ese afán.
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