19 feb 2020

Mensaje de Kafka

Prosa  (1879)de Lawrence Alma-Tadema
«A los veinte años, Kafka escribía en una carta: Si el libro que leemos no nos despierta como un puño que nos golpeara en el cráneo, ¿para qué lo leemos? ¿Para que nos haga felices? Dios mío, también seríamos felices si no tuviéramos libros, y podríamos, si fuera necesario, escribir nosotros mismos, los libros que nos hagan felices. Pero lo que debemos temer son esos libros que se precipitan sobre nosotros como la mala suerte y que nos perturban profundamente, como la muerte de alguien a quien amamos más que a nosotros mismos, como el suicidio. Un libro debe ser como un pico de hielo que rompa el mar congelado que tenemos dentro. Los estudiantes de literatura inglesa, de cualquier literatura, deben preguntarle a quien les enseña, y deben preguntarse a sí mismos, si saben, y no sólo de carrerilla, lo que Kafka quería decir». 

(STEINER, George. Lenguaje y silencio. 2ª ed. Madrid: Gedisa, 2000, p. 93).

10 feb 2020

Gloria, fortuna o ambición


Cupido (1905),  de Edvard Munch
Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube de luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo, que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería al fin aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

30 ene 2020

Tipos de personas

«Hay personas que “pasan” por la vida, que “gastan su biografía de puntillas, sin ver y sin ser vistas, escondiéndose de los ojos tanto ajenos como propios. Son esas personas que nunca están aunque las tengamos al lado. Y luego están aquellas que incluso en silencio están diciendo, y aún en la aparente lejanía rezuman vida, como arteria infinita desde la que se distribuye la sangre que hará y será futuro. Su grandeza lo es por cuanto, sin renunciar a la imperfección, a lo que cambia, a lo insignificante que nos constituye y nos construye como humanos, realizan en su carne la transmutación de toda apariencia: viven intensamente; en ellas razón y poesía se conjugan».


(SANTIAGO BOLAÑOS, María Fernanda. Introducción. EN: ZAMBRANO, María. Cartas inéditas (a Gregorio del Campo). Ourense: Linteo, 2012, p. 29).

26 ene 2020

Invierno

La nieve cruje como pan caliente
y la luz es limpia como la mirada de algunos seres humanos,

y yo pienso en el pan y las miradas
mientras camino sobre la nieve.

Hoy es domingo y me parece
que la mañana no está únicamente sobre la tierra
sino que ha entrado suavemente en mi vida.

21 ene 2020

El recuerdo del libro


   «Le di afectuoso la mano. “Quédeselo tranquila. A nuestro viejo amigo Mendel le habría encantado que al menos una entre los miles de personas que le deben un libro aún se acuerde de él”. Después me marché y sentí vergüenza frente a aquella anciana y buena señora que, de una manera ingenua y sin embargo verdaderamente humana, había sido fiel a la memoria del difunto. Pues ella, aquella mujer sin estudios, al menos había conservado el libro para acordarse mejor de él. Yo, en cambio, me había olvidado de Mendel el de los libros durante años. Precisamente yo, que debía saber que los libros sólo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido».


(ZWEIG, Stefan. Mendel, el de los libros. Barcelona: Acantilado, 2009, p. 57).

17 ene 2020

Clarividencia

Una conclusión inevitable (1885),
de Lawrence Alma-Tadema
Pasan los días —
    No pueden quedarse
No me doy cuenta


The days go —
    They can’t stay
I don’t realize



(KEROUAC, Jack. Libro de haikus. Madrid: Bartleby, 2007, p. 114-115).

7 ene 2020

El avariento y el envidioso


Circle Limit III  (1959),  de M.C. Escher
«Dos hombres, de los cuales uno era muy avariento y el otro muy envidioso, rogaban a Júpiter que les satisfaciera sus anhelos. Envió el padre de los dioses a Apolo para que se enterase de sus deseos, pero con la condición de que uno de ellos pidiera el primero para que el segundo recibiese doble de lo que hubiese pedido. Oyendo esto el avariento, quiso que pidiese primero el envidioso, para tener el doble de las riquezas que supuso pediría, pero viendo el envidioso que siendo el primero en pedir recibiría el avariento el doble que él, pidió con toda mala intención que le sacasen un ojo para que al avariento tuviesen que sacarle los dos».

Insaciable es la avaricia, pero la envidia aún es peor. El envidioso, con tal de causar daño a otro, se sacrifica a sí mismo.


(ESOPO. Fábulas. [San Salvador?: s.n., s.a., p. 70).