1 abr 2017

La maldad humana


Ojo en el ojo  (1894),  de Edvard Munch
«Un personaje delirante de Sade creía que el universo entero, de los astros a los hombres, estaba compuesto de “moléculas malévolas”. Absurdo: ni las estrellas ni los átomos, ni las plantas ni los animales, conocen el mal. El universo es inocente, incluso cuando sepulta un continente o incendia una galaxia. El mal es humano, exclusivamente humano. Pero no todo es maldad en el hombre. El nido del mal está en la conciencia, en su libertad. En ella está también el remedio, la respuesta contra el mal. Ésta es la única lección que yo puedo deducir de este largo y sinuoso itinerario: luchar contra el mal es luchar contra nosotros mismos. Y ése es el sentido de la historia».

(PAZ, Octavio. Itinerario. 1ª ed., 3ª reimp. México: Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 140).

27 mar 2017

Sólo en sus sueños eres algo

«Ahora está soñando –dijo Tweedledee–, ¿Y en qué crees que sueña?

–¿Quién puede saberlo? –dijo Alicia.

–¿Cómo que no? Sueña contigo –exclamó Tweedledee, batiendo palmas, triunfalmente–. Y si dejara de soñar contigo, ¿dónde crees que estarías?

–Pues donde estoy ahora, claro –dijo Alicia.

23 mar 2017

El Avaro y el Ángel de la Muerte


Concentrics rinds II  (1953),  de M.C. Escher
«Un avaro había acumulado, con grandes esfuerzos como mercader y prestamista, trescientos mil dinares. Tenía parcelas, edificios y toda clase de riquezas.
   Entonces decidió que pasaría un año gozando, viviendo confortablemente, para luego decidir cuál sería su futuro.
   Pero tan pronto dejó de acumular dinero, se le apareció el Ángel de la Muerte para quitarle la vida.
   El avaro trató por medio de todos los argumentos posibles disuadir al Ángel, quien, sin embargo, no transigía. Entonces el hombre dijo:
   “Dame tan sólo tres días y te daré una tercera parte de toda mi fortuna”.
   El Ángel no aceptó, y volvió a tirar de la vida del avaro para quitársela.

21 mar 2017

Confesión


El poeta favorito (1888)de Lawrence Alma-Tadema
El poema, el que anhelo,
al que aspiro,
es el que pueda leerse en voz alta sin que nada se oiga.

Es ese imposible el que comienzo cada vez,
            es desde esa quimera
                                   que escribo y borro.


(MUJICA, Hugo. Y siempre después del viento. Madrid: Visor, 2011, p. 13).