–¿Quién puede saberlo? –dijo Alicia.
–¿Cómo que no? Sueña contigo –exclamó Tweedledee, batiendo palmas, triunfalmente–. Y si dejara de soñar contigo, ¿dónde crees que estarías?
–Pues donde estoy ahora, claro –dijo Alicia.Ni hablar! –replicó con desprecio Tweedledee–. Tu no estarías en ninguna parte. Pero si tú no eres más que un objeto de su sueño!
–No es verdad –exclamó indignada Alicia. Además si yo fuera solo un objeto de su sueño, ¿queréis decirme qué seríais vosotros?
–Lo mismo –dijo Tweedledum.
–¡Ídem de ídem! –exclamó Tweedledee.
Lo dijo tan a gritos que Alicia, sin poder contenerse, le conminó:
–¡Silencio! Que si haces tanto ruido lo vas a despertar.
–Vaya, ¿cómo puedes hablar tú de despertarlo? –dijo Tweedledum–, tú, que no eres más que un objeto de su sueño y que, como sabes muy bien, no eres real.
–Sí que soy real –dijo Alicia echándose a llorar».
(CARROLL, Lewis. Alicia en el país de las maravillas; Alicia a través del espejo; la caza de Snark. Barcelona: Óptima, 2000, p. 166-167).
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