Busto del Emperador Adriano |
«Como todo el mundo sabe, sólo tengo a mi
servicio tres medios para evaluar la existencia humana: el estudio de mí mismo,
que es el más difícil y peligroso, pero también el más fecundo de los métodos,
la observación de los hombres, que logran casi siempre ocultarnos sus secretos
o hacernos creer que los tienen; y los libros, con los errores particulares de
perspectiva que nacen entre sus líneas. He leído casi todo lo que han escrito
nuestros historiadores, nuestros poetas y aún nuestros narradores, aunque se
acuse a estos últimos de frivolidad; quizá les debo más informaciones de las
que pude recoger en las muy variadas situaciones de mi propia vida. La palabra
escrita me enseñó a escuchar la voz humana, un poco como las grandes actitudes
inmóviles de las estatuas me enseñaron a apreciar los gestos. En cambio, y
posteriormente, la vida me aclaró los libros».
(YOURCENAR,
Marguerite. Memorias de Adriano. 1ª ed., 21ª
reimp. Barcelona: Edhasa, 1991, p. 23).
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