Pasaban guardias civiles llevados a hombros
por el pueblo, por las gentes del pueblo de Madrid, y ellos eran felices. Los
rateros se declararon en huelga; no hubo un solo hurto, por pequeño que fuera.
Las personas entraban en los bares, donde pedían y pagaban; nadie intentó
tomarse ni siquiera un café sin pagar (...)
Creo yo que era la caridad del día. Pero si
esa caridad del día se dio precisamente el 14 de abril, y si lo que nació de
ese día naciente fue la República, no puede ser por azar. Fue, pues, un
nacimiento y no una proclamación. Y de ese día naciente recuerdo en especial un
episodio.
Las gentes sólo pensábamos –es muy cursi, lo
sé, pero es verdad– en amarnos, en abrazarnos sin conocernos. Llorábamos de
alegría, unos y otros, en la Puerta del Sol. Yo estaba allí cuando llegó Miguel
Maura, cuando entró en el Ministerio de la Gobernación. (...)
Florecieron las banderas republicanas, florecieron no se sabía desde qué campo de amapolas o de tomillo. Hasta había
perfume a campo, a campo de España. Y, entonces, todo fue muy sencillo: Miguel
Maura avanzó con la bandera republicana en los brazos. La llevaba tiernamente,
como se lleva un depósito sagrado, un ser querido. La desplegó y dijo
simplemente: “Queda proclamada la República”. Fue un momento de puro éxtasis».
(ZAMBRANO, María. Las palabras del regreso (artículos periodísticos 1985-1990). Edición y presentación, Mercedes Gómez Blesa. Salamanca: Amarú, 1995, p. 39-40).
(ZAMBRANO, María. Las palabras del regreso (artículos periodísticos 1985-1990). Edición y presentación, Mercedes Gómez Blesa. Salamanca: Amarú, 1995, p. 39-40).
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