Regalar un libro a quien no lee, con la
tibia intención de que lo lea, implica más conocimiento sobre esa persona, que
si le ofrezco cualquier otro presente.
A diferencia de una prenda o un perfume, que pueden ser cambiados,
otra vez regalados o aceptados refunfuñando, un libro para quien no lo anhela, puede
resultar un agravio y la subsiguiente evasiva despectiva repleta de astillas lanzadas
para generar la culpa: “si sabe que no leo”.
Mas deseo que tú, que transitas por mi afecto, disfrutes del
gozo que es la lectura, y por eso, sólo por candente emoción, me arriesgo a ofrecerte
un libro. Me empuja la dadivosa ilusión de que un relato, o un poema, o un
ensayo,... te despierte, además, el afán de transitar por decenas y decenas de
páginas y que, guiándote por cientos y cientos de palabras, llegues a ese mundo
donde es posible sentir, soñar, padecer, acariciar,... en definitiva, vivir lo
inimaginable. Para alcanzar tal sublime y a la vez humana meta, yo previamente he
de preocuparme por averiguar lo que late en tu vida. De este modo, lograré con más
acierto regalarte el libro ideal. Ahoj!
No hay comentarios:
Publicar un comentario