21 ene 2020

El recuerdo del libro


   «Le di afectuoso la mano. “Quédeselo tranquila. A nuestro viejo amigo Mendel le habría encantado que al menos una entre los miles de personas que le deben un libro aún se acuerde de él”. Después me marché y sentí vergüenza frente a aquella anciana y buena señora que, de una manera ingenua y sin embargo verdaderamente humana, había sido fiel a la memoria del difunto. Pues ella, aquella mujer sin estudios, al menos había conservado el libro para acordarse mejor de él. Yo, en cambio, me había olvidado de Mendel el de los libros durante años. Precisamente yo, que debía saber que los libros sólo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido».


(ZWEIG, Stefan. Mendel, el de los libros. Barcelona: Acantilado, 2009, p. 57).

17 ene 2020

Clarividencia

Una conclusión inevitable (1885),
de Lawrence Alma-Tadema
Pasan los días —
    No pueden quedarse
No me doy cuenta


The days go —
    They can’t stay
I don’t realize



(KEROUAC, Jack. Libro de haikus. Madrid: Bartleby, 2007, p. 114-115).

7 ene 2020

El avariento y el envidioso


Circle Limit III  (1959),  de M.C. Escher
«Dos hombres, de los cuales uno era muy avariento y el otro muy envidioso, rogaban a Júpiter que les satisfaciera sus anhelos. Envió el padre de los dioses a Apolo para que se enterase de sus deseos, pero con la condición de que uno de ellos pidiera el primero para que el segundo recibiese doble de lo que hubiese pedido. Oyendo esto el avariento, quiso que pidiese primero el envidioso, para tener el doble de las riquezas que supuso pediría, pero viendo el envidioso que siendo el primero en pedir recibiría el avariento el doble que él, pidió con toda mala intención que le sacasen un ojo para que al avariento tuviesen que sacarle los dos».

Insaciable es la avaricia, pero la envidia aún es peor. El envidioso, con tal de causar daño a otro, se sacrifica a sí mismo.


(ESOPO. Fábulas. [San Salvador?: s.n., s.a., p. 70).

31 dic 2019

Presente, pasado y futuro

Regreso, de Karen Hollingsworth


El pasado, tan breve, revive en el presente,
Con luz de dioses su presente ilumina el futuro.
Todo, todo ha de ser como su sueño le presagia.

                       
(CERNUDA, Luis. Música cautiva: (antología poética). Sevilla: Ayuntamiento : Diputación : Fundación El Monte, 2002, p. 219).

11 dic 2019

1935, Buenos Aires: Alfonsina

Mujer que juega con el viento,  de Li-Shu Chen
   «A la mujer que piensa se le secan los ovarios. Nace la mujer para producir leche y lágrimas, no ideas; y no para vivir la vida sino para espiarla desde las ventanas a medio cerrar. Mil veces se lo han explicado y Alfonsina Storni nunca lo creyó. Sus versos más difundidos protestan contra el macho enjaulador.
   Cuando hace años llegó a Buenos Aires desde provincias, Alfonsina traía unos viejos zapatos de tacones torcidos y en el vientre un hijo sin padre legal. En esta ciudad trabajó en lo que hubiera; y robaba formularios del telégrafo para escribir tristezas. Mientras pulía las palabras, verso a verso, noche a noche, cruzaba los dedos y besaba las barajas que anunciaban viajes y herencias y amores.
   El tiempo ha pasado, casi un cuarto de siglo; y nada le regaló la suerte. Pero peleando a brazo partido Alfonsina ha sido capaz de abrirse paso en el masculino mundo. Su cara de ratona traviesa nunca falta en las fotos que congregan a los escritores argentinos más ilustres.
   Este año, en el verano, supo que tenía cáncer. Desde entonces escribe poemas que hablan del abrazo de la mar y de la casa que la espera allá en el fondo, en la avenida de las madréporas».


(GALEANO, Eduardo. Mujeres. Madrid: Alianza Editorial, 1995, p. 42).

29 nov 2019

Toda la vida

Los amantes (1923),  de Pablo Picasso
«El capitán miró a Fermina Daza y vio en sus pestañas los primeros destellos de una escarcha invernal. Luego miró a Florentino Ariza, en su dominio invencible, su amor impávido, y lo asustó la sospecha tardía de que es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites.
–¿Y hasta cuando cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo? –le preguntó.
Florentino Ariza tenía la respuesta preparada desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches. El administrador no levantó la cabeza.
–Toda la vida–dijo».


(GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. El amor en los tiempos del cólera. Barcelona: Círculo de Lectores, 1987, p. 355).