«Para alguien como yo es una sensación muy
extraña escribir un diario. No sólo porque nunca he escrito, sino porque me da
la impresión de que más tarde ni a mí ni a ninguna otra persona le interesarán
las confidencias de una colegiala de trece años. Pero eso en realidad da igual,
tengo ganas de escribir y mucho más aún de desahogarme y sacarme de una vez
unas cuantas espinas. “El papel es más paciente que los hombres.”
Ágora donde iniciar historias sobre libros, naturaleza, arte y poesía; donde hallar las palabras soñadas o queridas, sin la perspectiva del tiempo... como en una biblioteca.
2 oct 2012
29 sept 2012
Un sueño
Sala principal de la Biblioteca del Klementinum de Praga. |
«Hacia el alba, soñó que se había ocultado
en una de las naves de la biblioteca del Clementinum. Un bibliotecario de gafas
negras le preguntó: ¿Qué busca? Hladík le replicó: Busco a Dios. El
bibliotecario le dijo: Dios está en una de las letras de una de las páginas
de uno de los cuatrocientos mil tomos del Clementinum. Mis padres y los padres
de mis padres han buscado esa letra; yo me he quedado ciego buscándola. Se
quitó las gafas y Hladík vio los ojos, que estaban muertos. Un lector entró a devolver
un atlas. Este atlas es inútil, dijo, y se lo dio a Hladík. Éste lo
abrió al azar. Vio un mapa de la India, vertiginoso. Bruscamente seguro tocó
una de las mínimas letras. Un voz ubicua le dijo: El tiempo de tu labor ha sido
otorgado. Aquí Hladík se despertó. Recordó que los sueños de los hombres
pertenecen a Dios y que Maimónides ha escrito que son divinas las palabras de
un sueño, cuando son distintas y claras y no se puede ver quién las dijo».
26 sept 2012
Mi última noche en Woroïno
La sonrisa de una lágrima (1973), de Joan Miró |
19 sept 2012
El fruto del libro
Leyendo una historia (c. 1878-79), de James Jacques Tissot
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(PROUST, Marcel. Sobre la lectura. Valencia: Pre-textos, 1997, p. 43).
13 sept 2012
Svidrigáilov
Spirals (1953), de M.C. Escher
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8 sept 2012
1 sept 2012
27 ago 2012
El latido de la tierra
«Estaba en
casa, escribiendo mi libro. En páginas: un poco más de la mitad, momento en que
me empieza a gustar, a gustar de veras, lo que estoy escribiendo... aunque eso
no significa que el libro sea a partir de ahí más fácil de escribir. Me sentía
agarrotada. Tenía sueño. La heroína de mi novela acababa de tener una rabieta y
me había dejado exhausta. Quería acostarme, pero no en la cama, que está en
otra habitación, ni tampoco en el sofá. No quería abandonar mi libro. Sólo
quiero dormir unos momentos. Escribir es volar. Y mi equilibrio interior exige
ahora que me acueste. Felizmente agotada, necesito el libro para que me
mantenga pegada al suelo. Bajo la nítida luna y el aire plateado, sobre la
hierba recién cortada, debajo del libro (a un poco más de la mitad); por tanto,
fuera del alcance del teléfono y del fax,
y lejos de otros libros, de los múltiples libros que admiro de otros
autores, que te protegen del monstruo televisivo que devora tu cerebro...