Miranda (1875), de John William Waterhouse |
Porque cuando el héroe pasó, como la tempestad, sin
detenerse en los rellanos
del amor,
cada uno lo elevaba, cada latido de un corazón que palpitó por él;
cada uno lo elevaba, cada latido de un corazón que palpitó por él;
pero, vuelto de espaldas, al fin de las sonrisas se
erguía –y era otro.
Denn hinstürmte
der Held durch Augenthalte der Liebe,
jeder hob ihn
hinaus, jeder ihn meinende Herzschlag, abgewendet schon,
stand er am Ende der Lächeln, –anders.
(RILKE, Rainer Maria. Elegías de Duino. 2ª ed. Madrid: Hiperión, 2005, p. 70-71).