«La expresión “sociedad de consumo” apareció
por primera vez en los años veinte en los Estados Unidos y se popularizó en el
mundo occidental durante los años cincuenta y sesenta. Decir, sin embargo,
sociedad de consumo para designar la sociedad actual resulta tan ocioso como
redundante. O hay consumo o no hay sociedad. La vitalidad de la sociedad es ya
dependiente de la vitalidad del consumo y, al cabo, la cultura se encuentra
entremezclada con sus requerimientos. Nuestro destino se juega en el interior
de esta esfera y la crítica a la cultura de consumo es una ocupación inútil que
ni siquiera es capaz de imaginar la afectación del objeto al que dirige su
inquina.
Por otra parte, la cultura del consumo
masivo es inconcebible sin el masivo desarrollo de los mass media. La
comunicación de masas y el consumo de masas se cruzan en una catálisis
reproductora. La primera remite al segundo y los segundos a la primera. Los
medios de comunicación de masas hacen posible el consumo de masas y se potencian
por el sujeto receptor, consumidor. Conceptualmente, históricamente,
funcionalmente, el consumo de objetos corre paralelo al consumo de los media y
sus mensajes, como señuelos y como objetos puros. El actual sujeto consumidor
es un consumidor absoluto y explícito, tanto de informaciones como de los
propios medios de comunicación. Es un consumidor sin tregua puesto que de ahí
obtiene su indiscutible condición de contemporaneidad».
(VERDÚ, Vicente. Yo y tú, objetos de lujo: el personismo : la
primera revolución cultural del siglo XXI.
Barcelona: Debate, 2005, p. 95-96).
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