Ágora donde iniciar historias sobre libros, naturaleza, arte y poesía; donde hallar las palabras soñadas o queridas, sin la perspectiva del tiempo... como en una biblioteca.
15 nov 2012
11 nov 2012
La estrella de Valdštejn
Albrecht von Wallenstein
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«El
viaje empezó a resultarle largo.
Tras un cuarto de hora, Waldstein se dio
cuenta con asombro de que ya no avanzaban sobre las piedras de las calles de
Praga, sino por una carretera reblandecida por la lluvia, a campo traviesa. El
hombre que se hallaba sentado a su lado sin pronunciar palabra abrió entonces
una de las ventanas del coche. Notó la fresca brisa otoñal y percibió el olor a
tierra mojada. De un bosque cercano les llegó el susurro del viento y el grito
de una lechuza. Parecía que se acercaban a una aldea o a una hacienda, pues se
oía el ladrido de unos perros y el mugir de las vacas. Era una aldea. Al pasar
oyeron una melodía procedente de un mesón, un violín y una gaita.
6 nov 2012
2 nov 2012
Biografía, Poesía y Destino
La persistencia de la memoria (1931), de Salvador Dalí |
cuando los hombres se duermen, a los pájaros;
más tarde, cuando los pájaros se van, se la cuenta a los
árboles...
Luego pasa el Viento y hay un murmullo de frondas.
Todo lo cual se puede traducir también de esta manera:
Lo que cuento a los hombres está lleno de orgullo;
lo que cuento a los pájaros, de música;
lo que cuento a los árboles, de llanto.
30 oct 2012
Quehaceres
El sueño del poeta (1859-60), de Paul Cézanne |
27 oct 2012
24 oct 2012
La Biblioteca Pública de Kansas City
Fachada
de la Biblioteca Pública de la ciudad de Kansas (Estados Unidos)
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En 2004, en la remodelación de esta biblioteca, sus diseñadores tuvieron la brillante idea de decorar la fachada del aparcamiento exterior con los lomos (gigantes, por supuesto) de 22 de las obras más representativas de la literatura universal, sugeridas primero por los lectores de la misma biblioteca de Kansas City, y luego seleccionadas por el equipo de dirección de la biblioteca.
21 oct 2012
Tercer y último pregón
«El tercer pregón era al anochecer, en
otoño. El farolero había pasado ya, con su largo garfio al hombro, en cuyo
extremo se agitaba como un alma la llamita azulada, encendiendo los faroles de
la calle. A la luz lívida del gas brillaban las piedras mojadas por las
primeras lluvias. Un balcón aquí, una puerta allá, comenzaban a iluminarse por
la acera de enfrente, tan próxima en la estrecha calle. Luego se oía correr las
persianas, cerrar los postigos. Tras el visillo del balcón, la frente apoyada
al frío del cristal, miraba el niño la calle un momento, esperando.
14 oct 2012
Antínoo
Antínoo como Dionisos.
Museo Pío-Clementino del Vaticano
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«Antínoo era griego; remonté en los recuerdos de
aquella familia antigua y oscura, hasta la época de los primeros colonos
arcadios a orillas de la Propóntida. Pero en aquella sangre algo acre el Asia
había producido el efecto de la gota de miel que altera y perfuma un vino puro.
Volvía a encontrar en él las supersticiones de un discípulo de Apolonio, el
culto monárquico de un súbdito oriental del Gran Rey. Su presencia era
extraordinariamente silenciosa; me siguió en la vida como un animal o como un
genio familiar. De un cachorro tenía la infinita capacidad para la alegría y la
indolencia, así como el salvajismo y la confianza. Aquel hermoso lebrel ávido
de caricias y de órdenes se tendió sobre mi vida. Yo admiraba esa indiferencia
casi altanera para todo lo que no fuese su delicia o su culto; en él
reemplazaba al desinterés, a la escrupulosidad, a todas las virtudes estudiadas
y austeras. Me maravillaba de su dura suavidad, de esa sombría abnegación que
comprometía su entero ser.