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El sueño del poeta (1859-60), de Paul Cézanne |
«El poeta es el que escucha su propio interior, ahonda en el pozo de lo
secreto, se hunde en la noche del ser –abocado a la muerte– y, entregado al
silencio, abraza esa incomprensible forma de aurora o resurrección que es la
palabra, una palabra que con frecuencia le escapa. El poeta se mueve siempre en
el terreno de lo imposible. Por ello escribió Elitis: “Nadie está obligado a
interesarse por la poesía. Sin embargo, cuando se interesa por ella está
obligado a “saber transportarse” a esta segunda condición, a caminar por el
aire y por el agua”. Por esos imposibles avanza el poeta gracias a la claridad
triunfante que aniquila los poderes de las tinieblas, aunque la victoria
requiera esa muerte previa, ese despojamiento y ese abandono al “saber del no saber”,
de modo que su rebeldía ante la razón y esa desesperación que se ha convertido
en su “forma de ser” se transformen en serenidad. El poeta adivina la
posibilidad de la luz en su renacer después de la negrura nocturna y se dispone
a recibirla, pero sabe que ésta es un don, algo que le es dado, cuyo alcance es
ajeno a su voluntad, y sabe también que él sólo puede seguir siempre cruzando
la noche en pos del alba».
(JANÉS,
Clara. La palabra y el secreto.
Madrid: Huerga y Fierro, 1999, p. 135).
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