La Sagrada Familia con el cordero (1507), de Rafael Sanzio
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–¡No grites! –gruñó el viejo Isacar–. ¡Te van a oír!
–¡Que me oigan! –contestó la señora Dina, alzando la voz todavía más–.
¡Eso faltaría! ¡Que no pudiera gritar en mi propia casa! ¡Que por culpa de unos
vagabundos tuviera que cerrar el pico! ¿Los conoces? ¿Los conoce alguien? Él te
dice: “Esta es mi mujer”. Eso que se lo cuenten a otro. ¡Como si yo no supiera
cómo van las cosas entre esta gente...! ¿No te da vergüenza dejar entrar algo
así en tu casa?