«Jueves, 1 de enero de 1942. Me hice con corteza de árbol un violín
precioso, pero todavía no puedo tocarlo porque por ahora sólo tiene dos cuerdas
(de goma). Por la mañana hice deberes. Por lo demás no pasa nada especial. En
realidad pasan muchas cosas, pero no se notan. Lo que resulta ahora totalmente
corriente, hubiera sido motivo de escándalo en una época normal. Los judíos,
por ejemplo, no pueden comprar fruta, gansos y aves en general, queso, cebolla,
ajo y muchas otras cosas. No les dan cartillas de racionamiento de tabaco a los
presos, a los locos y a los judíos. No pueden viajar en el vagón delantero de
los tranvías, en los autobuses y en los trolebuses, no pueden pasear por la
orilla del río, etc. etc.».
(GINZ, Petr. Diario de Praga, 1941-1942. Barcelona: Acantilado, 2006, p. 69-70).
Petr llevó un diario entre los 13 y 14 años. No lo escribió con un fin literario. Es la descripción cotidiana de la vida de un
adolescente que escribe sobre lo que ve, siente y vive: la visita de sus
primos, las ocurrencias de su amigo Popper, los castigos del colegio: “por la mañana, paseo; por la tarde,
colegio”, o el sucinto “nada
especial”, en un estilo muy similar al de otra adolescente, Ana Frank,
desaparecida también en los campos de concentración nazi. Pero además,
la lectura de su cotidianidad nos aporta una visión más nítida del destino de
los judíos durante la 2ª Guerra Mundial y de las condiciones bajo las que
vivieron los ciudadanos praguenses durante la ocupación. Según las fechas del diario van avanzando, el lector
es testigo de actitudes inhumanas no sólo de los nazis sino también de “personas normales”, percibiendo así la
docilidad con que la vileza humana se expresa y se contagia.
«Viernes 12 de junio de 1942. Al tío Milos se lo llevan. ¿A Terezin? ¿A Polonia? Puede que también a los abuelos. De nuestro curso se va Baum».
(Ibidem, p. 119).
Este diario, perdido durante más de medio siglo, salió a la luz pública en 2003. Pero el nombre de Ginz ya era bien conocido en Chequia, al menos por quienes se habían acercado a la historia del campo de concentración de Terezin, ciudad a unos 60 kilómetros al norte de Praga por la que pasaron más de 140.000 judíos checos y que ejerció de antesala de Auschwitz, donde él también fue exterminado a los 16 años.
En la
Feria del Libro de Madrid de 2006, recién publicado este libro en español, quien
me lo regaló escribió: « (...) Pese a ser un relato triste, recoge emociones
de una ciudad que llevas tan dentro...».
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