24 dic 2011

Noche Santa

La Sagrada Familia con el cordero (1507), de Rafael Sanzio
   «–Me extraña tu modo de ser –gritó la señora Dina–. Si fuera gente decente habría ido a casa del alcalde y no mendigando por ahí... ¿Por qué no los han albergado los de Simón? ¿Por qué hemos de aceptarlos nosotros sin más ni más? ¿Acaso somos peores que los de Simón? Yo sé muy bien lo que ocurre... La mujer de Simón no metería en su casa a unos vagabundos. Me sorprende que te rebajes de ese modo, hombre, y sin saber con quién.
   –¡No grites! –gruñó el viejo Isacar–. ¡Te van a oír!
  –¡Que me oigan! –contestó la señora Dina, alzando la voz todavía más–. ¡Eso faltaría! ¡Que no pudiera gritar en mi propia casa! ¡Que por culpa de unos vagabundos tuviera que cerrar el pico! ¿Los conoces? ¿Los conoce alguien? Él te dice: “Esta es mi mujer”. Eso que se lo cuenten a otro. ¡Como si yo no supiera cómo van las cosas entre esta gente...! ¿No te da vergüenza dejar entrar algo así en tu casa?
   Isacar quería objetar que les había albergado solamente en el establo, pero se lo calló. Le gustaba tener paz.
–Y ella –continuó la señora Dina escandalizada– está en estado interesante, ¡para que lo sepas!, Dios mío, ¡eso es lo que nos faltaba! ¡Jesús, María! ¡A ver si aún vamos a dar que hablar! Dime, ¿dónde tienes la cabeza? –la señora Dina recobró el aliento–. Está claro, a una joven no le sabes decir que no. En cuanto te ha echado una miradita te has desvivido por servirla. Por mí no lo hubieras hecho, Isacar. “Acomodénse, buena gente, hay cantidad de paja en el establo”. ¡Como si fuéramos los únicos en todo Belén que tienen establo!».


(ČAPEK, Karel. Apócrifos. Madrid: Valdemar, 1989, p. 64-65).

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