El viñedo rojo (1888), de Vincent van Gogh |
«Cuatro tíos y un hermano estaban dedicados al comercio de obras de arte, pero él consiguió vender un cuadro, sólo uno, en toda su vida. Por admiración o por lástima, la hermana de un amigo le pagó cuatrocientos francos por un óleo, El viñedo rojo, pintado en Arles.
Más de un siglo después, sus obras son noticia en las páginas financieras de diarios que jamás leyó, son las pinturas más cotizadas en galerías de arte donde nunca entró, las más vistas en museos que ignoraron su existencia y las más admiradas en academias que le aconsejaron que se dedicara a otra cosa.
Ahora Van Gogh decora restoranes que le negarían comida, consultorios de médicos que lo encerrarían en el manicomio y estudios de abogados que lo meterían preso».
(GALEANO, Eduardo. Espejos : una historia casi universal. México: Siglo XXI, 2008, p. 238).
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