Otoño en Praga, Mirador de Letenské sady. |
«El otoño
tiene también su verano, ese minuto en que se incendia su oro y se convierte en
fuego; el aire se adensa y la luz se hace pastosa, corpórea, más visible que en
el verano, y sólo permite, y hasta invita, a que se le mire y, antes de caer,
se vuelve pálido como un fantasma de sí mismo, imagen pura de la luz solar;
astro que sin decadencia alguna ha cedido ante el requerimiento de la mirada
humana. Es, más que la primavera, el instante de cumplimiento de las nupcias
entre el Sol y la vida terrestre. Y una paz y una secreta dulzura lo penetra
todo, la vida humana también; es el momento de la amistad, de sentirse en
amistad, aunque no se tenga; de la intimidad de la amistad, de su cumplimiento,
si se la tiene».
(ZAMBRANO,
María. Delirio y destino: los veinte años
de una española. Madrid: Horas y horas, 2011, p. 163).
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