4 abr 2016

Raíces

«El árbol crece y, todos los años, renueva sus flores y sus frutos, gracias a la fuerza de sus raíces».


(ÁLVAREZ, Blanca.  El puente de los cerezos. 3ª ed. Madrid: Anaya, 2006, p. 29).

26 mar 2016

La octava maravilla

   «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de unas veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orillas de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imán.

21 mar 2016

¿Qué será la poesía?


Poema (III), de Joan Miró
Deshaced ese verso
Quitadle los caireles de la rima,
el metro, la cadencia
y hasta la idea misma.
Aventad las palabras
y si después queda algo todavía
eso
será
la poesía.


(FELIPE, León. Antología rota. 8ª ed. Buenos Aires: Losada, 1977, p. 7).

5 mar 2016

Waldstein


En femenino,  de Li-Shu Chen
   «La casa Waldstein ha estado inextricablemente arraigada a la cultura, el comercio y la historia del reino de Prusia y de la nación alemana desde mediados del siglo XVIII, y, en reconocimiento de ello, el primer Kaiser Guillermo elevó a mi padre a la nobleza, y no sólo a la nobleza sino a la Freiherrschaft. ¿Espera usted que yo envía a mi hija, que nació baronesa, con un apellido que está en todos los libros escolares, a un país donde podría no ser considerada enteramente blanca? –le temblaba la voz.
   –Pero usted me dijo que no tenía objeciones en principio.
   –Eso era aquí. Suponíamos que usted se quedaría aquí, que sería pintor... Usted parece tener talento, la gente compra sus cuadros... Le aseguro que no tuve ninguna intención de enviar a mi hija a América. ¡Ninguna! –Hizo una pausa para recobrar el aliento.
   Su cara me dijo que el tema estaba cerrado. Silencio. Pude oír los latidos de mi corazón».


(SOLMSSEN, Arthur R.G.  Una princesa en Berlín. 2ª ed. Barcelona: Tusquests, 2012, p. 479).